El Mundo Today

2013/01/27

Delirio

Ahogado en letanías angustiosas,
llamo a la puerta de tu sable cilíndrico.

El agujero clama por ser satisfecho,
pero tu ausencia simétrica y dura
trae gemidos humeantes de grises.
Recogido entre nubes rasantes,
me multiplico en lluvia eléctrica.
Ayer fui a la guerra...
Regresé con balas en mis piernas
y en el cerebro un misil de bengala.
De nada sirve que pueda caminar
ni que mis brazos sigan intactos.
Me has condenado a retiro forzoso.

                                                        

       1982 (Guerra de Las Malvinas)

2013/01/15

Le mastin



El mastín ha aprendido, a golpes, el valor supremo de la autosuficiencia y ha encontrado en la honestidad el secreto filosofal del drama sexual. Las cicatrices le han enseñado a no declarar promesas, no exponer ruegos, no mostrar debilidades importantes; se permite desvelar, a lo sumo, fisuras no estructurales que les permitan a ellas un acomodo temporal en un teatro que lleva ya demasiadas funciones como para cambiar de obra. Asombrado, ha ido percibiendo que no salían corriendo, sino más bien al contrario, y enarbola la bandera de la mastinidad en un mundo sin certezas que tiende al caos absoluto y a la muerte por exceso de información. En ese mundo veloz y vaporizado, huérfano de distinciones básicas, el regreso a una sutil inflexibilidad masculina remite a un pasado más natural y, de nuevo, lacónico, silencioso, libre de la angustiosa necesidad de proclamar constantemente una adscripción suicida al nuevo ecosistema publicitario. No hay deuda donde no hay promesa, se repite a sí mismo, no hay deuda donde no hay promesa.
            El mastín ha aprendido, a golpes, que la mujer, en el fondo, está harta de que le pregunten todo, le pidan permiso para todo, le otorguen el papel de cazador y le reconozcan de entrada la supremacía en un diálogo sin solución. Deconstruidos y domesticados, sus compañeros de baile no son tan atractivos ni tan divertidos. Temerosos, desprenden menos energía. Y acostumbradas a ordenar, las mujeres pierden el control ante el rigor de una ausencia de necesidades expresada desde el minimalismo; se entregan al azote mudo de una pasión casi prohibida, que el mastín otea desde el torreón sagrado de su refugio marfileño. En un mundo donde son los hombres quienes cocinan en la televisión, aparece contra todo pronóstico la figura del homme fatal, le mastin, cuyo cuerpo puede ser disfrutado, pero cuyo corazón puro, fiel a una tradición milenaria, es territorio vedado a la expansión femenina y quedará en un frasco para el estudio y avance del dios Progreso.

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2013/01/14

Perlas de taller

Iba caminando distraído como siempre.
Después de un rato noté que todos me miraban.
¿Qué mirarán?, pensé y, sin advertir el escalón,
caí al suelo y me hice añicos.
Las personas que me observaban
se habían multiplicado,
pero eran exactamente iguales entre sí.
Cuando reaccioné ya no estaba solo:
miles de cristalitos me llamaban papá.

                                                         M.M.

2013/01/05

El insoportable Dostoievsky


Bajo el título El escritor como hombre insoportable, un texto sobre Dostoievsky publicado en su libro de ensayos El aprendizaje de la decepción, Félix de Azúa describe con acierto dos tipos de novelistas: los “narradores olímpicos, altivos, que trabajan con amplios brochazos, a trazos limpios y vigorosos, como si pintaran al fresco y debieran levantar las líneas maestras a mucha velocidad, antes de que el yeso o la cal se sequen. El lector, como Dante junto a Virgilio, se deja llevar, mira a donde el maestro señala, sigue los vericuetos de la peripecia como provisto de un milagroso catalejo. Se siente partícipe a distancia de un drama que, alguien, el autor va ordenando para él. Al finalizar la lectura, se siente amigo del autor, y satisfecho de semejante amistad. Hablará del autor como se habla de un maestro estimado, y nunca dudará de su valía porque sería dudar, simultáneamente, de sí mismo”.

Pero, luego, coloca a Dostoievsky entre los narradores que son todo lo contrario: antipáticos, pegajosos, vehementes, ansiosos, irritantes, de los que es imposible considerarse amigos suyos, cuyas obras se pegan a nuestra carne como sanguijuelas que nos chupan sin consideraciones y nos obligan a abrir las ventanas y a respirar a pleno pulmón. Lo más frecuente es sentir odio y desprecio hacia ellos. Los compara a esos ciudadanos, frecuentes en los bares a última hora de la noche, que nos hablan demasiado cerca, apestándonos con su aliento y salpicándonos de saliva. Los relatos de esos narradores son, además, impúdicamente personales, confesiones íntimas que no queremos oír, que nos avergüenza escuchar, un pellejo de alma oxidada como la pesadilla de ese borracho de la noche cuyo hedor impide incluso la indiferencia, y también, como los borrachos de última hora de la noche, son unos sentimentales fétidos. Cuando no nos insultan, lloran en nuestro hombro hasta empaparnos la camisa de lágrimas y mocos. Se arrodillan para pedirnos perdón por molestarnos, nos abrazan porque somos el último amigo que les queda, se detienen un momento con la mirada extraviada y luego juntan las manos y rezan a voz en grito a la Virgen María para que nos proteja. Al final, medio inconscientes nos piden dinero. Y tanto como si se lo damos como si se lo negamos, se van sin despedirse, dando tumbos y mascullando insultos.

Según Félix de Azúa, sólo la obra de este tipo de escritores puede darse el lujo de ser insoportable, de decir lo que ni siquiera la verdad puede decir. Porque la verdad es otro nombre de la esperanza. Un artista, en esencia, no afirma ni ofrece solución alguna a los problemas que le conmueven, sólo pone en términos sensibles y accesibles una pregunta, no una respuesta. Y termina estas reflexiones con una frase de uno de los personajes de El idiota: “En ti no hay lugar para el corazón, sólo te importa la verdad; por eso eres deshonesto”.