
Los alemanes pueden haberse quedado sin choucroute y levantarse de mal humor, lamentarse del mal tiempo o discutir por cualquier pequeña incomodidad durante la noche (ruidos en el hotel que no los dejaron dormir bien, por ejemplo). Y piensan en las semifinales con esperanza. España no es uno de los equipos más fuertes. Les metimos cuatro goles a los argentinos, estaremos en la final, confían. De la Eurocopa no se acuerdan más que para decirse que esta vez tendrán la revancha y demostrarán que su equipo es mejor (pues ser el mejor es de lo que se trata).
Mientras tanto, los españoles se levantan sudorosos y deciden tomarse un baño reparador para quitarse el miedo de encima. El seleccionador los lleva de paseo y les alimenta el espíritu recordándoles que ya vencieron a Alemania en la Eurocopa. Los irlandeses podrán haberse olvidado, pero el equipo español no olvida. Deciden apoyar a los uruguayos y en ese gesto de apoyo a los lingüísticamente hermanos están convenciendo al universo de su nobleza. Lo que tenga que ser, será. ¡Wu Wei!
Y los irlandeses dicen que ganará Alemania.
¡Apelemos a las leyes de la naturaleza mágica!