1. La dama ofendida y los villanos justicieros
En el debate suscitado por la conmoción que provocó la reciente muerte de un joven de 18 años en la discoteca «El Balcón de Rosales» (Madrid), predomina como de costumbre esa actitud de acogerse al Poder, tan propia de nuestro tiempo. Éste ha aplacado la inquietud de los padres de adolescentes con las habituales medidas jurídicas o administrativas como el cierre de locales emblemáticos de la noche madrileña, descubriendo de repente irregularidades tan viejas como conocidas, al menos hasta que vuelvan a su cauce las aguas de una opinión pública sin memoria a medio plazo. En cambio, están brillando por su escasez o ausencia las alusiones a la inductora del homicidio, como si cierta caballerosidad mal entendida eximiese de toda responsabilidad, siquiera ética, a quien a fin de cuentas instigó a los encausados por esta paliza con resultado de muerte. Probablemente se trate de la misma caballerosidad mal entendida que impulsó a los machacas de la dicha discoteca a excederse en su poco envidiable oficio de machacar al prójimo. La misma a la que apeló en la noche de autos la inductora del homicidio, que se presentaba como víctima de una agresión, tratándose en realidad de un empujón fortuito y no lesivo. Naturalmente, no les dijo a los machacas que mataran a aquel chico, pero sí les instó a adoptar alguna medida claramente desproporcionada respecto de la ofensa sufrida, medida cuya concreción dejó a juicio de los mismos machacas a quienes había acudido en busca de castigo para aquel al que ella designó como su agresor. Y los machacas no necesitaron más para desencadenar su versión neocaballeresca de la violencia «de género».
Lo malo de que la dama ofendida en este lance dejara al juicio de los machacas el grado de machaque fue que por supuesto un machaca no destaca precisamente por lo ponderado de sus juicios, como lo prueba el hecho de que trabaja como machaca. Y lo relevante de tales designaciones es que tienen un claro componente de discriminación sexual que se ha omitido o, mejor dicho, se ha obviado en los medios. Desde luego, hay pocas evidencias de la discriminación sexual imperante en nuestra sociedad como las normas vigentes en una discoteca al uso en Madrid, donde las chicas no pagan entrada y —si son guapas y/o dan conversación—, tampoco las consumiciones; y todo escenifica con una claridad incluso exhibicionista un mercado nada intervenido del sexo ocasional, banal, superficial, heterosexual. Casi tanto como un Consejo de Ministras, Ministros y Entes Epicenos.
Tanto da. Está claro que ningún machaca en su sano juicio, es decir, en su juicio sexista, aplicaría el grado de la muerte a una mujer, por mucho que ésta se pase en la pista de baile o lo que sean esos movimientos pélvicos misteriosa pero ciertamente relacionados con alguna ley de la oferta y la demanda de raíz socioeconómica. Pero a más de una se la ha visto conducirse de forma bastante más peligrosa que la de aquel chaval de Madrid, dada la peor tolerancia al alcohol que demuestran las hembras del Homo sapiens, debida seguramente al «machismo» inherente a la biología, la medicina y en general cualquier ciencia con tradición varonil. Cabe suponer también que: ni la pobre chica se habría sentido agredida si hubiera tenido el topetazo con otra mujer, es decir, que en caso de ser una mujer, ya no sería agresor; ni los machacas se habrían «extralimitado» en su reacción, y hasta puede que no hubieran reaccionado en absoluto, si la identificada como víctima no hubiera sido una mujer; es decir, que en caso de ser un varón, ya no sería una víctima.
Nihil novum sub sole. Esta ley no escrita pero vigente en la pista de baile (o lo que sea eso) rige también fuera ella. No en vano es tan vieja como el patriarcado, como los 10.000 últimos años de machismo. Es la misma por la que los hombres siempre han ido a la guerra dejando a sus mujeres en retaguardia, la misma por la que los botes salvavidas del «Titanic» se distribuyeron prioritariamente entre las mujeres de a bordo.
Luego dicen que progresamos. Yo lo pongo en duda. Más bien me parece que esta misma ley, hoy escrita (deliberadamente mal, para que se entienda lo menos posible, pero escrita al fin y al cabo), dicta también el mismo criterio que ha reinstaurado la discriminación sexual, hoy llamada «positiva», en el actual ordenamiento jurídico español, ora favoreciendo la promoción de ciertas mujeres por razón explícita de su sexo (Ley de Paridad), ora aboliendo la presunción de inocencia o eliminando la necesidad de presentar pruebas cuando el imputado sea varón y la acusadora, mujer (ver Ley de Violencia de Género, sic). La inductora del crimen de Rosales bien podría, en vez de dirigirse a los porteros de la discoteca, haber denunciado con éxito a quien ella misma designó como su agresor ante la autoridad competente. También le bastaría, como ocurrió con la denuncia ante los machacas, su testimonio para iniciar los procedimientos, como aquí en Cantabria le ha bastado a la magistrada María Jesús García Pérez poner en duda la eficacia de esta Ley para ser depurada por el llamado Consejo de la Mujer de Cantabria. Y eso que era ella quien se dedicaba a aplicarla en el Juzgado de Violencia de Género (sic) de Santander, así que algo debía de saber al respecto. Al menos, al no ser varón, se libró del linchamiento mediático que invariablemente le habría tocado padecer. También pasan generalmente desapercibidos hechos como el descenso en los parámetros objetivos de la igualdad desde que se aplican estas políticas presentadas como las únicas que puede aplicar un progresista; y desde luego se omite cualquier reflexión de que la paridad nunca puede ser igualdad desde el momento en que descarta que, en pie de igualdad, mediante el libre concurso de la meritocracia, pueda darse un gabinete en el que los más excelentes resulten ser todos o casi todos varones, o bien, lo que igualitariamente es lo mismo, todas o casi todas hembras.
Colaboración de M.R. Santander
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Importantes apuntes para corregir la deriva que el orden judicial y legislativo ha tomado. Cuando un barco pierde la verticalidad, si todos se van al lado opuesto no recupera el equilibrio, se inclina hacia el otro lado.
ReplyDeleteViendo la televisión y leyendo la prensa, me da la impresión de que, repetidamente, la noticia es el envoltorio y nunca lo envuelto.
Gracias por tu colaboración, ojalá nos ayude a todos a ser mas objetivos.
¡Liberté, Egalité, Fraternité!
ReplyDelete¿Tiene el género humano conciencia histórica?.
Sobre 10, un DIEZ.
Una aportación muy interesante. Deduzco que M.R.Santander ¡ES MUJER!¿Me equivoco?
ReplyDeleteUn hombre raramente hubiera visto este aspecto de la situación: No aceptamos ningún tipo de discriminación, y menos aún la "positiva"...así nos va.
No, Aire, soy varón, pero si fuera mujer daría lo mismo. A eso precisamente me refería, como pilla José Porto: el género humano, antes de degenerar, solía ser uno solo; y la igualdad era un axioma de base de la izquierda.
ReplyDeleteEn fin, creo que la Druida guarda más entregas de este amargo brebaje. Seguramente hizo bien en no publicarlas las tres juntas. En las dos siguientes intento profundizar en esta confusión interesada entre sexo y género. Me gustaría fomentar algo de debate sobre esta cuestión, que para eso perpetrara uno sus panfletillos. Saludos a todos los foristas. --MR
Insisto MR: Pues serás varón con lado femenino. Felicidades. Esto, considero, es más que un piropo.
ReplyDeletePor supuesto, para mí la igualdad sigue siendo un axioma, aunque, afortunadamente, igualdad de base, con matices importantes en sus ramificaciones...
¡Sigue con tus "panfletillos"!
No sé si el pensamiento y el sentimiento tienen sexo, pero apostaría a que no. Y si lo tienen, apostaría por el femenino, como hicieron los inventores del ajedrez al convertir a la Dama la pieza más valiosa (aunque el Rey valga la partida). También me vienen a la cabeza esas mujeres bravías de La kermesse heroica. -- MR
ReplyDeleteYo creo que el pensamiento y el sentimiento son universales y no tienen género, pero los estereotipos y las preconcepciones que tenemos sobre ellos nos hacen desarrollar unos y reprimir otros. Por eso las mujeres tendemos a ser más de una forma y los hombres más de otra. Si nos atreviésemos a desnudarnos emocionalmente y dejar las máscaras sociales, seguro que descubríamos que no somos tan distintos.
ReplyDeleteMe contaron una vez que una tribu del Amazonas consideraba 5 géneros: el varón masculino, el varón femenino, la hembra masculina, la hembra femenina y el hermafrodita. En esa tribu los masculinos y femeninos podían emparejarse con independencia de su sexo y el mediador en sus conflictos de pareja era el hermafrodita, que era considerado el sabio de la tribu por poseer ambos sexos. Interesante, ¿no?
Gracias por tu colaboración, M.R. Seguiremos publicando y comentando tus cosas.
Hola de nuevo D.Ruida: yo también creí en una igualdad de sexos en sentimientos y pensamientos, pero, he acabado convenciéndome de que no es así. El estereotipo importa,por supuesto, pero yo me refiero a lo que está debajo, mucho más profundo y real. Además, repito, me alegro de que sea así.
ReplyDeleteMe ha encantado la creencia amazónica. ¡Se parece mucho a lo que yo puedo intuir!
MR: La kermesse heroica...¡qué peliculón!