Hoy entré en mi casa de espaldas para ver si era posible dar marcha atrás y enmendar los errores del pasado, hacer penitencia y esas cosas de las que oí hablar durante demasiados sermones. Ocurrió algo curioso; en lugar de volver al pasado y darme la sensación de haber vivido ya todo aquello, los trazos de mi casa se hicieron más insistentes, más vívidos, como si acabasen de comenzar una historia. Me fijé por primera vez en la composición que formaban el baúl, el espejo y la bolsita de tela de la entrada y los saludé con una mirada de dentro.
Di marcha atrás por el salón y me pareció descubrir por primera vez los marcos de fotos de la pared de la cocina. Sonreí a mi madre, a mi tía, a mi prima y a mí misma, esperando que se manifestara el primer error del pasado para llevar a cabo la misión que me había encomendado. Llegó el primer recuerdo, demasiado vergonzoso para escribirlo, para darlo a conocer a los lectores que sois vosotros. Más que error, era un recuerdo de una molestia existencial, así que dejé de pensar en ello y seguí dando marcha atrás.
Llegué a la sala pensativa y valiente, juguetona y divertida con aquel paseo dentro de la existencia que me hacía vivir dichas nuevas en vez de llevarme a lo ya vivido. Decidí escuchar de espaldas la canción que me persigue este mes.
Abrí los brazos en posición de crucifixión y me moví al instante con picardía y hacia atrás a un son conocido en un baile totalmente devorador y nuevo que sonaba hacia delante mientras yo daba marcha atrás en el tiempo. “You string along, you string along”. El pasado volvió y me trajo la imagen de un cuerpo en posición de crucifixión, caminando hacia atrás mientras explicaba la historia de aquel pueblo que caminaba hacia atrás hacia el futuro de cara al pasado, pues pensaba que el presente y el pasado es lo único que tenemos. Pensé si el futuro me haría tropezar con la mecedora igual que ocurrió en mi casa y pensé que sí. Tropezaría si seguía queriendo retocar el pasado. Sin embargo, no me veía preparada para darle la espalda al pasado, con sus errores y aciertos, y caminar hacia el frente a un futuro desconocido. Lo había hecho toda la vida, pero hoy resultaba ridículo caminar hacia delante.
Encontré la solución mientras Culture Club dejaba una cierta melancolía en mis brazos alzados como un dios. A partir de ahora caminaría de lado, con un ojo en el pasado y el otro en el futuro. Pensé que sería más fácil si fuese un ave, pues podría avanzar sin perder de vista ninguno de mis planos de la existencia. Y así fue como decidí que debía echar a volar. Abrí la ventana, salté al vacío, aspiré el aire puro y pié con todas mis fuerzas: ¡Lombrices!
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