Vivir, respirar, sentir.
Adormilada en una serie televisiva mental, ocupo dos espacios llanos de un círculo.
Me ocupo del silencio y del movimiento de un cabello que me tapa la cara, me atrapa la sién de la contemplación vívida, auténtica, inaccesible al peregrino que comienza su viaje.
Santiago atrae porque conoce corazones heridos. Las heridas bellas de tantas plantas desgraciadas por el paso del camino, resueltas a encontrar un hueco en la muerte infinita.
Recuerdo a un diablo bueno que decía llorando que los veranos eran para los enamorados. Y así vertía una lágrima y sobresalía entre los ángeles que no se arriesgaban a sonreír.
Gracias por tus palabras, y por la comparación con Salinger, jaja. Lo de huir a España es en la ficción nomás. Saludos.
ReplyDeleteHay que ver cómo nos gusta asumir identidades ficticias. Aquí mismo sin ir más lejos le usurpamos su post a la Druidesa. Saludos transatlánticos.
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