La imagen de tu tristeza
colgaba de mi alma
como ropa sin secar.
Figura suspendida, pesada,
casi invisible y sin vida,
miraba sin mirar
el desamor de los días.
Frecuentaba tu hastío
mi cuerpo cansado,
dolorido y mancillado y resuelto
a no perdonar
por vivir su camino.
La imagen de tu tristeza
se colaba con empeño
entre dichas de desván.
Figura sonreía, alegre,
risueña como ella era,
abierta a la vida
sin miedos ni
penas.
Y la imagen volvía,
con dolor e insistencia,
conquistando tu tristeza mis sueños,
invadiendo sin reposo ni guía
los poros de mi aliento.
2008/05/27
2008/05/19
Colaboración(III): Segundas oportunidades
Esta semana cumplimos años y por eso vamos a tener algunas publicaciones extra. Ésta es la primera: una colaboración de una querida lectora y amiga. Os dejo con sus palabras:
Acababa de llegar y ya le estaban diciendo adiós. Se sentía cansado, hambriento y falto de cariño. Para eso había venido, con más ilusión que ganas, para que ahora le hicieran esto.
Sin embargo, albergaba una esperanza: en cuanto le conocieran, le querrían. De eso estaba seguro. Había recorrido un largo camino desde ninguna parte y se negaba a rendirse.
Pero sentía su rechazo y le dolía, más que nada porque él ya la quería aún sin conocerla. Ese amor le dio esperanza, así que decidió luchar para convencerla, pero era demasiado tarde, otro había llegado primero y se llamaba Miedo. Él ya lo conocía, era implacable y siempre ganaba sus batallas. Sus fuerzas empezaban a flaquear.
Sólo le quedaba apelar a su Instinto, ése sí que era más fuerte y podría vencer a Miedo. Y casi lo consigue. Sin embargo, no estaba en su destino quedarse y debía irse por donde había venido.
Pero si acababa de llegar…
Daba igual, se había adelantado y no tenía derecho. Estaba tan impaciente por vivir que no había sabido esperar su turno y se había precipitado. Así que gritó al marcharse, para que no le olvidaran, prometiendo que regresaría algún día, cuando fuera el momento. Y pidió perdón por el sufrimiento causado.
Y tan pronto como llegó se fue, pero se aseguró de dejar su huella. Plantó la semilla del Instinto, para que cuando le tocara regresar, ésta ya se hubiera convertido en un frondoso árbol. Y Miedo no tuviera nada que hacer.
Había preparado bien el camino. La próxima vez podría quedarse.
Entretanto, sólo le quedaba esperar en ninguna parte a recibir la ansiada llamada. Una llamada que no dudaba recibiría algún día y, entonces, emprendería de nuevo el viaje, seguro de que esta vez, podría quedarse y crecer. Podría, por fin, nacer.
Escrito por Swallow
Acababa de llegar y ya le estaban diciendo adiós. Se sentía cansado, hambriento y falto de cariño. Para eso había venido, con más ilusión que ganas, para que ahora le hicieran esto.
Sin embargo, albergaba una esperanza: en cuanto le conocieran, le querrían. De eso estaba seguro. Había recorrido un largo camino desde ninguna parte y se negaba a rendirse.
Pero sentía su rechazo y le dolía, más que nada porque él ya la quería aún sin conocerla. Ese amor le dio esperanza, así que decidió luchar para convencerla, pero era demasiado tarde, otro había llegado primero y se llamaba Miedo. Él ya lo conocía, era implacable y siempre ganaba sus batallas. Sus fuerzas empezaban a flaquear.
Sólo le quedaba apelar a su Instinto, ése sí que era más fuerte y podría vencer a Miedo. Y casi lo consigue. Sin embargo, no estaba en su destino quedarse y debía irse por donde había venido.
Pero si acababa de llegar…
Daba igual, se había adelantado y no tenía derecho. Estaba tan impaciente por vivir que no había sabido esperar su turno y se había precipitado. Así que gritó al marcharse, para que no le olvidaran, prometiendo que regresaría algún día, cuando fuera el momento. Y pidió perdón por el sufrimiento causado.
Y tan pronto como llegó se fue, pero se aseguró de dejar su huella. Plantó la semilla del Instinto, para que cuando le tocara regresar, ésta ya se hubiera convertido en un frondoso árbol. Y Miedo no tuviera nada que hacer.
Había preparado bien el camino. La próxima vez podría quedarse.
Entretanto, sólo le quedaba esperar en ninguna parte a recibir la ansiada llamada. Una llamada que no dudaba recibiría algún día y, entonces, emprendería de nuevo el viaje, seguro de que esta vez, podría quedarse y crecer. Podría, por fin, nacer.
Escrito por Swallow
2008/05/17
Homenaje a Celso Emilio Ferreiro
Hoy es el día de las letras gallegas y no puedo por menos que rendir homenaje a uno de mis poetas gallegos favoritos: Celso Emilio Ferreiro. Os dejo con uno de sus poemas:
IRMAUS
Camiñan ao meu lado moitos homes.
Non os coñezo. Sonme extraños.
Pero ti, que te alcontras alá lonxe,
máis alá das sabanas e das illas,
coma un irmau che falo.
Si é túa a miña noite,
si choran os meus ollos o teu pranto,
si os nosos berros son igoales,
coma un irmau che falo.
Anque as nosas palabras sean distintas,
e ti negro e eu branco,
si temos semellantes as feridas,
coma un irmau che falo.
Por enriba de tódalas fronteiras,
por enriba de muros e valados,
si os nosos sonos son igoales,
coma un irmau che falo.
Común temos a patria,
común a loita, ambos.
A miña mau che dou,
coma un irmau che falo.
Un mimo especial a nuestros lectores "hermanos".
IRMAUS
Camiñan ao meu lado moitos homes.
Non os coñezo. Sonme extraños.
Pero ti, que te alcontras alá lonxe,
máis alá das sabanas e das illas,
coma un irmau che falo.
Si é túa a miña noite,
si choran os meus ollos o teu pranto,
si os nosos berros son igoales,
coma un irmau che falo.
Anque as nosas palabras sean distintas,
e ti negro e eu branco,
si temos semellantes as feridas,
coma un irmau che falo.
Por enriba de tódalas fronteiras,
por enriba de muros e valados,
si os nosos sonos son igoales,
coma un irmau che falo.
Común temos a patria,
común a loita, ambos.
A miña mau che dou,
coma un irmau che falo.
Un mimo especial a nuestros lectores "hermanos".
2008/05/06
El viaje
¿Os habéis imaginado alguna vez ser un elemento de la naturaleza, sentir como una flor, un árbol, un gato, un río? Una de las capacidades más misteriosas del ser humano es la imaginación. Misteriosa y poderosa. Nos permite visitar reinos de dudosa existencia, concebir ideas que se concretarán en máquinas o invenciones o, centrándonos en el tema a tratar, despertar sensaciones a través de elementos de la naturaleza.
Alo, el chamán músico, nos conminó a imaginarnos que éramos una gota de agua. Nos indicó que iniciaríamos un viaje. Afirmó que si lográbamos sentir como una gota de agua, estaríamos cerca de la curación. ¿Curarse de qué, pensé? E inmediatamente supe responderme. Sin malestar físico alguno, llevo algún tiempo con un dolor profundo en el alma. Quizás la música de Alo podría aliviar aquel sentimiento de tristeza.
Cerramos los ojos y la música comenzó a sonar. Imaginé una pequeña gota de agua y los sonidos me hacían golpear el pavimento empedrado de una calle de Santiago. Me sentía precipitarme contra los adoquines y despedazarme sin preguntarme qué ocurriría después de aquel momento; me sentía morir y renacer de nuevo en otras gotas, sintiendo la paz y la aceptación de la muerte y la vida, ambas parte de mí misma.
Después, comencé a viajar, me sentí parte de una flor, subir por el tallo desde el suelo húmedo, nacer en capullo y abrirme luego en una sonrisa de color. Sentía la felicidad de formar parte de aquella vida, a la cual acariciaba y amaba con placer. Luego pasé al morro de un animal que parecía una llama peruana, aunque me percaté de que ya no me imaginaba que yo era la gota sino que estaba viendo la gota desde fuera, como humana. Opté por retomar el viaje y meterme de nuevo en la “piel” de una gota de agua.
La música me llenaba por completo; era rápida, continua, vibrante. Comencé a verme arrastrada en festivo correr como parte de las aguas de un río. Sentí la comunión con las demás gotas, cada una de nosotras banal e importante para el río que componíamos y el viaje terminó en el océano, libre, puro y pacífico. La música se detuvo con unos sones tranquilos. Yo permanecí en el océano unos minutos más. Se estaba tan bien allí, tan tranquila, como gota de agua que había alcanzado la unidad con los seres de su mundo. Con los ojos cerrados dejé que aquella paz me inundase hasta que la voz de Alo me devolvió a la realidad y volví a ser la humana que os escribe.
La paz del océano permaneció junto a mí durante varios días. La curación había surtido efecto. La tristeza seguía ahí, pero ya no me pesaba como antes. Ahora me alegraba de sentirla pues formaba parte de mi vida, ya que buena o mala, aquella sensación me pertenecía.
Alo, el chamán músico, nos conminó a imaginarnos que éramos una gota de agua. Nos indicó que iniciaríamos un viaje. Afirmó que si lográbamos sentir como una gota de agua, estaríamos cerca de la curación. ¿Curarse de qué, pensé? E inmediatamente supe responderme. Sin malestar físico alguno, llevo algún tiempo con un dolor profundo en el alma. Quizás la música de Alo podría aliviar aquel sentimiento de tristeza.
Cerramos los ojos y la música comenzó a sonar. Imaginé una pequeña gota de agua y los sonidos me hacían golpear el pavimento empedrado de una calle de Santiago. Me sentía precipitarme contra los adoquines y despedazarme sin preguntarme qué ocurriría después de aquel momento; me sentía morir y renacer de nuevo en otras gotas, sintiendo la paz y la aceptación de la muerte y la vida, ambas parte de mí misma.
Después, comencé a viajar, me sentí parte de una flor, subir por el tallo desde el suelo húmedo, nacer en capullo y abrirme luego en una sonrisa de color. Sentía la felicidad de formar parte de aquella vida, a la cual acariciaba y amaba con placer. Luego pasé al morro de un animal que parecía una llama peruana, aunque me percaté de que ya no me imaginaba que yo era la gota sino que estaba viendo la gota desde fuera, como humana. Opté por retomar el viaje y meterme de nuevo en la “piel” de una gota de agua.
La música me llenaba por completo; era rápida, continua, vibrante. Comencé a verme arrastrada en festivo correr como parte de las aguas de un río. Sentí la comunión con las demás gotas, cada una de nosotras banal e importante para el río que componíamos y el viaje terminó en el océano, libre, puro y pacífico. La música se detuvo con unos sones tranquilos. Yo permanecí en el océano unos minutos más. Se estaba tan bien allí, tan tranquila, como gota de agua que había alcanzado la unidad con los seres de su mundo. Con los ojos cerrados dejé que aquella paz me inundase hasta que la voz de Alo me devolvió a la realidad y volví a ser la humana que os escribe.
La paz del océano permaneció junto a mí durante varios días. La curación había surtido efecto. La tristeza seguía ahí, pero ya no me pesaba como antes. Ahora me alegraba de sentirla pues formaba parte de mi vida, ya que buena o mala, aquella sensación me pertenecía.
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