Que me bese la frente
un ligero andar sin huellas;
que me lata en el pecho
una flor sin prisa, bella.
Que se aprieten mis ojos
si colocan un beso y reciban
gotas de lluvia, vertidas sin miedo;
que me reine un aliento.
Que resistan tormentas
las velas que, ciñendo
mi torso desnudo, me lanzan,
vivas, gozosas, jugando, al océano.
Que valiente una mano
se pasee por mi orilla,
y emita un gemido
mi pena, vencida.
Abrazo
de vida,
mirada desposeída.
Abrazo
de dicha,
máscara caída.
Que en mi espíritu se aloje
un olor exquisito, intenso,
con recuerdos en plata y dolores
perdidos, en un cielo excelso.
Que saluden las niñas luna
altares de luz en rebaño,
madres de poros y talcos,
fragancias intactas en cunas.
Que de púrpura pinte una estrella
mi agua, y me amadrine
en su seno de fruta
la reina de los besos, tozuda.
Que nazca la destreza
y aguarde quietecita,
colorada y recogida, mi lengua
el sabor de una fresa.
Que navegue mi alma abierta, reposada y pura.