El Mundo Today

2011/01/28

Gente de orden y gente de caos


2011 pinta más negro que el alma de Burracalva. Cada vez resulta más difícil fingir que el funesto Régimen que padecemos sea democrático. Con un Judicial cuya independencia es ficción o farsa y un Legislativo reducido a la escenificación mediática, aplausómetro incluido, del Ejecutivo al que empezó por sustituir (gobernar es adoptar decisiones, no legislar la felicidad universal), mucha serotonina habrá que echarle al hipocampo, ¿o era el hipotálamo?, para no ver negro-Dictadura este 2011 en el que nos acaban de levantar el Estado de Alarma con la misma arbitrariedad ilegal con la que lo decretaron y los mismos fiscal y abogado generales del Estado en su penoso papel de asesores asesorados por el conducátor Burracalva, ese colaborador con banda armada.
¿Y el puto Pueblo Veterano, digo Soberano? Fiel a su tendencia histórica: mostrando su sometimiento medroso y mediocre, motivo de un justificado desprecio internacional; y sobre todo demostrando que los españoles no merecen el nombre de ciudadanos, que sólo son súbditos no aptos para la democracia, salvo que entendamos esta como mero sufragio cerrado.
La nueva Ley y el viejo puritanismo. Fruto de los desvelos de la facción en el poder (un Gobierno, decíamos, es otra cosa) por condenarnos a la felicidad universal en cuanto culmine su proceso de conversión en Partido único, desde el 2 de enero las bolleras que se casen entre sí no podrán fumar en su boda, antes de retirarse a hacer la tijera en sus aposentos, so pena de onerosa multa. Y so pretexto de “defender los derechos” (inapelable mantra) de los “fumadores pasivos” (inapelable dogma de la religión pseudocientífica), la inepta ministra de Sanidad, que va de bollera sin serlo (inapelable prueba de su desvarío a lo Virgen de Ferraz), incoó una nueva Ley perfectamente inquisitorial, sin privarse de instigar a la delación, legislativamente contemplada como anónima. La saña con la que el nuevo ucase persigue a los fumadores y la intransigencia con la que sus fanáticos promotores, puritanos del siglo XXI, aplastan cualquier excepción --por razonable que sea, y especialmente si es razonable-- sólo conseguirá volver más interesante el vicio. Jódete, Leire, enrollada oficial: ya puedes poner la cajetilla a 50 euros y sacar una Ley que sólo permita fumar bajo tres mantas en el propio dormitorio. Los diabólicos seguiremos fumando como lo que somos: Anticristos. Como si no existiera el mañana. En los bares, natuurlijk. Con la Policía. Más que nunca. De contrabando. Y gozaremos haciéndolo. El que avisa no es traidor.
Ordenanzas y caóticos. La creciente obsesión por reglamentar, ordenar, uniformar hasta el tedio usos y costumbres seculares discurre paralelamente a la abolición de la antigua distinción entre uso y abuso, esa conquista de la civilización inapreciable para los enemigos del placer y el libre albedrío. En su diccionario inglés-español de la primera mitad del XIX el ilustre filólogo y gramático mejicano don Mariano Velázquez de la Cadena traduce el nombre inglés 'addiction' como 'afición'. No podía ser de otra manera en una civilización perdida que reservaba el trato de adicción a las nefastas pasiones políticas, esas demostraciones de imbecilidad. Se era adicto a tal o cual político, nunca cual o tal sustancia, porque la adicción está en la persona, no en la sustancia. Es un ejemplo de cómo calcos léxicos en apariencia inocuos terminan por conformar nuestro pensamiento al trasvasarnos su carga ideológica. Como la ministra de Sanidad, adicta a su jefe, que estigmatiza como toxicómano a cualquiera que encienda un cigarrillo. O que fume, a secas, porque la Ley no define qué cosa es fumar en función de qué cosa se fuma, sino que, fiel a su inspiración religiosa, decide que expeler cualquier humo por las vías respiratorias no puede sino ser cosa de Belcebú; ¡ay, esas caóticas volutas de humo inasible, irrepetible! Sólo por ellas prefiero mil veces relacionarme con gente de caos, al tiempo que desconfío de la gente pretendidamente de orden: porque ese orden siempre lo dictan ellos y porque en cuanto se les cede un metro demuestran ser más vandálicos que nadie, obstinándose en hacer pasar un prejuicio irracional, desinformado, sobre una libertad consagrada por el uso.
Huelga general, salvaje e indefinida desde hoy mismo. Los tunecinos nos han marcado el camino. Y los egipcios. Y los controladores. En tanto no mejore la situación, huelga general, salvaje, indefinida: de funcionarios, de asalariados, de apesebrados, de autónomos, de empresarios, de la Policía, de la hostelería.
Fumando desespero. Me satisface frecuentar esos bares, hoy arbitrariamente agredidos, en los que jamás se supo que entrase nadie a quien le molestara el humo, como ciertos garitos de maquetos que para mí son la única patria digna de defenderse como defienden los pijiprogres derechos tan ficticios como el “derecho a volar”, que ya me dirán qué ordenamiento jurídico lo recoge. Me satisface más aún violar reiterada y premeditadamente una Ley tan injusta, sañuda y estúpida como ésta, que osa quitar a nuestros viejos lo único que les quedaba: el farias con la partida de mus. Muy poseído hay que estar por la Verdad Absoluta para atreverse a tanto. Persecutoria medieval, se llama esta figura: la Constitución, vejada; pero la Ley antitabaco, a rajatabla.
Fumigadnos, Sra. ministra. Históricamente los intolerantes siempre han colgado a las víctimas de su odio atávico un invariable sambenito: esos cerdos huelen mal. Hay que segregarlos, aislarlos, castigarlos. Pues bien, uno de los bares insumisos donde, insisto, fumo con inusitado placer, se acababa de gastar ochocientos de vellón en instalar una potente campana extractora que renueva el aire del local cada 3 minutos, en el enésimo intento de contentar a unos perfectos intransigentes que ya los tenían segregados incluso antes de la ley vieja. Lo importante es hacer desaparecer las colillas, prueba de cargo. El resto es humo que se va como viene. De todas formas, ¿a quién le han dejado estos hijoputas cinco putos euros para tabaco? "Motivos para creer", decían, en una apelación directa a la fe que muestra la hilaza de su dogmatismo maniqueo. Nada entenderá de la nueva Ley quien prescinda en su análisis de esta naturaleza religiosa. ¿Vosotros o el caos? Marchando ya mismo una de caos, prrrrlease!