Abrumado por la avalancha de comentarios a mi entrada de hace dos semanas sobre el asesino sucesivo Dexter como epítome del orden, ayer pensaba imaginarme a un Antidexter o epítome del caos, cuando reparé en una pregunta hecha por
Necronomicón comentando aquí otra entrada de hace meses. Por desmemoria no puedo contestarle, pero es él quien me ilumina a mí: anoche, al devolverle la visita encontré en su blog un sentido al enigma que no me dejaba existir. Me refiero a unos cartelones que había empezado a ver en las marquesinas de las paradas de autobuses cada vez que por pura obligación me aventuraba extramuros de los límites de mi código postal: desde el inquietante «Está usted en Bulgaria» al inverosímil «Está usted en Luxemburgo», pasando por el francamente provocador «Está usted en Grecia».
Yes, we can.
Resulta que la gilip... digo el bonito proyecto multicultural en cuestión forma parte de la propaganda urdida por el Ayuntamiento de Santander, el Gobierno de Cantabria y la Fundación Marcelino Botín para promocionar la candidatura de «la Pozona» a Capital Europea de la Cultura (2016), en competencia con otras dieciséis ciudades españolas y nueve polacas. Como el banco de Botín acaba de registrar unos beneficios de 8.943.000.000€ en 2009 (un 0,7% más que el año anterior), espero que sea él quien adelante la pasta para apoquinar las primeras rondas de esta monumental chorr... digo «el nuevo concepto de Santadeuropa», que, según la propaganda con que nos asedian, nos permitirá «asumir una nueva identidad favoreciendo el intercambio cultural entre los países de la Unión Europea». Porque en España nadie tiene un duro; y casi menos que nadie, los Ayuntamientos, aunque eso no les impide asombrar a la UE a base de ingenio, salero y desparpajo, en plan de paletos sin fronteras. ¿Lo veis? Aquí, menos pasta, tenemos de todo.
Busco y hallo consuelo en las iniciativas emprendidas por nuestras competidoras en España, descubriendo alborozado que Santandeuropa no es ni de lejos la más descabelladamente estúpida. La competencia, como se ve, será durísima; pero como residente en el código 39004 de esta capital, aprovecho este blog para anunciar que por mí no quedará. Si me invitan a «participar en el juego», por Corocotta que participaré, sin regatearle un gramo de mi apoyo a esta panda de capull... digo nuestras dignísimas autoridades edilicias y demás cargos municipales (sin olvidar a las cargas, por supuesto).
El mapa de la utopía Santandeuropa que reproduzco copiado de
Necronomicón es un delicioso ejemplo de caos, doblemente meritorio por basarse en la división de la ciudad en distritos postales, esa emocionante tentativa de orden. Sólo un despiadado funcionario municipal puede reunir la impasibilidad necesaria para perpetrar con ellos semejante desaguisado geográfico, haciéndolo además en nombre de la cultura. Hace falta estar muy acostumbrado a ver la capitaluca como un juego de Monopoly para atreverse a ubicar la isla de Malta no sé si en Monte o en Bolado. Claro que ¿qué han hecho los malteses por nosotros, aparte del famoso whisky de allí? Y Chipre, ni eso, así que ¡hala!, a Nueva Montaña, limitando al sur con Irlanda.
Indagando en la hemeroteca del Diario Montañés descubro que las banderas de los 27 países de la Unión Europea se izaron, con la pompa con la que en este país de mierda se hacen las mayores gilipolleces, el 2 de enero. Cuando ya tenía dormido el brazo de izar enseñas demasiado parecidas, dijo el señor alcalde: «Como alcalde vuestro que soy, sus debo una explicación; y esa explicación que sus debo, sus la voy a pagar», mientras miraba de reojo a ver si aparecía el coche de Mr. Marshall. Ya que no sabemos ni queremos hacer cultura, hagamos la pelota. Siempre fue más rentable. Luego pidió «la colaboración de los hosteleros para que ofrezcan en sus negocios algún plato típico del país cuya bandera ondee más cerca y así dar a conocer la gastronomía europea».
¡Ajá! Por algún sitio tenía que asomar el toque typical Spanish. Claro, claro, ya se sabe: por estos pagos la cultura es una tapa que te sacan con la caña. Para qué ir a Hungría pudiéndote comer un gulash lebaniego aquí mismo, en la bodega Fuente Dé, o donde mecagoendiós nos hayan colocado el parque temático del país magiar.
Eso sí: húngaras, suecas, checas, letonas... ¡ni una! Para que se fíe usted de los políticos.
De todas formas esto de las tapas alboroza mi ánimo; y ya he dicho que soy un entusiasta abogado de nuestra candidatura. Ni corto ni perezoso, me dispongo a dinamizar el intercambio cultural europeo de la mejor manera que conozco: abrevando. En mi bebedero habitual, sito en Bélgica, me aprovisiono de marihuana holandesa clonada en Ampuero ¿o era Entrambasaguas? Para que luego digan que en España no se investiga. Justo cuando me disponía a hacer un muestreo de la mercancía, me avisan de una inminente redada policial, no sé si relacionada con esta mamarrach... digo este crisol de civilizaciones. Afortunadamente, la puerta de servicio da a Lituania, y por ella me escabullo en cuanto recibo el agua, que por una vez llegó a tiempo.
De buena me he librado. En la Flor de Miranda, en vez del acostumbrado pincho de tortilla, solicito «alguna tapita búlgara». El camarero me manda diligente a tomar por saco. En Bulgaria somos así, muy nuestros. Les pregunto, en español, a dos damas que toman café a mi lado que qué tal escriben en cirílico. Me miran como a un zumbado. Pero uno conocido.
--¿De dónde sois? --insisto--. ¿Eslovacas, finesas, estonias tal vez?
--Yo vivo en Polonia [Peñacastillo] --responde la más joven--. Y doy clases de filo en Francia [Cueto-Valdenoja].
Estas elucubraciones inflaman mi imaginación. Mi vehemencia en apoyar nuestra candidatura es incluso excesiva, sobre todo teniendo en cuenta que mi c/Canalejas, de entre 27 países, ha ido a caer en la exótica España. Media hora más tarde, abrevando generosamente con mi amigo Galván y Galán en diversos bares de la antedicha calle, improvisamos un nuevo himno digno de nuestra nueva patria de todo a cien, asombro del mundo, que limita al norte con Bulgaria y al sur con Puerto Chico:
En España,
un pincho con su caña
es lo fundamental
para no vivir mal.
La ensaladilla,
que sea de hoy
porque, si es de ayer,
yo a otro bar me voy.
Lo cantamos a voz en grito con la mano en los ventrículos, emocionados hasta las lágrimas. Ni qué bonita es mi tierra ni hostias. Cañas y tapas. ¡Marchando! Eso, eso sí que merece la pena defenderlo cavando una trinchera de Portugal a Letonia, si es preciso.
¿Venía todo esto a cuento de algo? Pues no. Pero esta es una entrada caótica, con incisos, propensa a la divagación. El que quiera orden, que aprenda inglés, que precisamente por gobernarlo la barbarie sintáctica, necesita orden, represión, disciplina. Inglesa.
Español, españolísimo, es mi Antidexter: Caótico Fanegas. Ni en mil años habría sido Harry Morgan capaz de inculcarle código alguno. Y lo de ser asesino en serie, bueno, bueno... Habría sido una serie muy corta y nada seria. Ver a Caótico Fanegas descuartizando meticulosamente a nadie es más improbable aún que verlo ligando con persona, animal o cosa. Además, Caótico Fanegas no encaja ni con calzador en el perfil. Tampoco él fue objeto de abusos sexuales. Qué más quisiera; y quién me mandaría enchufar a mi ordenador portátil el TDT que me trajeron las Reinas Magas.
Caótico Fanegas es un espejo del pueblo español.