El Mundo Today

2010/06/18

Carta a José Saramago

Señor Saramago:

Hoy conocí la noticia de su muerte en una red social, Facebook. Pensaba encontrarme con algún mensaje de mis amigos o alguna historia banal cuando la realidad de su muerte me golpeó el alma. Usted ya no estaba entre nosotros. Sentí una inmensa tristeza por el gran respeto que me merece tanto su obra como su persona. Señor Saramago, usted ha sido siempre un gran maestro de vida pues ha dado ejemplo de sencillez, de constancia y de compromiso social. Por eso y si me lo permite, voy a continuar esta carta tuteándolo y dirigiéndome a usted como mi maestro.

Maestro, quiero escribirte esta carta a pocas horas de tu muerte para contarte lo que significaste para mí.

He leído varias obras tuyas. Tu forma de redactar, de hacer posible lo imposible en un lenguaje que parece no tener límites en su belleza sacudió más de una vez mi cuerpo, que parecía vivir un milagro. En La balsa de piedra conseguiste arrancarme más de una sonrisa y varias carcajadas de reconocimiento de una realidad irreal; en Memorial del convento sentí los escalofríos por las víctimas de un destino sin compasión; en El evangelio según Jesucristo me alegré de poder compartir ideas "herejes" de tan gran belleza; en La caverna se apoderó de mí la melancolía de un mundo moderno en el que me veía atrapada y al cual deseaba renunciar. ¡Qué gran desasosiego provocaste en mí, como tú deseabas, qué gran esperanza al final! Maestro, tú me enseñaste que era posible ser libre. Y, por último, El año de la muerte de Ricardo Reis, libro que dejé a la mitad. No es que ya no me guste tu estilo, maestro, es que tu obra se merecía más atención de la podía dedicarle en el momento en el cual comencé a leerla.

Hoy he sabido que ya no estás entre nosotros y me gustaría hablar contigo como tú hiciste con Fernando Pessoa en O ano da morte de Ricardo Reis. Me gustaría retomar este libro y llenarme con tus palabras, con tu cariñosa prosa, tan humana y tan provocativa. Me gustaría escuchar de nuevo las entrevistas que te hicieron en televisión y sentirme inspirada por tu optimismo y tu afán de lucha por un mundo más justo. Me gustaría decirte que tus palabras calaron hondo en mi ser, que tu ejemplo y tus consejos y tus esperanzas en la juventud actual me ensimismaron y empujaron a vivir un poco más acorde a mis principios, que se parecen a los tuyos.

Sé que te voy a echar de menos, maestro, pues pueblas las conversaciones de mi comedor, llenas los estantes de mi sala y sobre todo te has ganado un lugar privilegiado en mi corazón por tu gran humanidad. Me despido de ti con tus palabras.

Con muchísimo cariño,
D.Ruida

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