En Asunción preguntas por la Chaca en un cruce con semáforo donde tiene su territorio Demetrio, un limpiaparabrisas. Nada más verte y oírte esas zetas, tan interdentales ellas, Demetrio te hace ver, casi sin palabras, que en la Chaca con suerte sólo te atracarían, y eso un domingo a mediodía. Se ofrece pues a pillar faso por ti (¿a qué, si no, ibas tú a querer bajar allá?), a cambio de una comisión del 50 por ciento. Y de tu confianza. No hace falta decirlo, pero lo dice.
En cuanto le ves alejarse con la plata adelantada, te das cuenta de que el riesgo es excesivo: ya tiene 20.000 guaraníes. ¿Qué necesidad tiene de importunarse para lograr una ganancia de 10.000?
Tu asunción es correcta, pero fallida. Precisamente porque carece de otras dignidades, necesita demostrarse digno de una confianza básica, especialmente ante un desconocido y extranjero. Sólo por eso a los diez minutos regresa al punto convenido trayéndote un alijo de una calidad como no habías conocido. Y dejándote una lección de señorío. Antes de darle un anticuado apretón de manos, le ofreces, además de su comisión, una parte del alijo
--Yo prefiero fumar crack --te aclara al rechazarla.
No te cabe duda de que así es. Demetrio es hombre de palabra.
En cuanto le ves alejarse con la plata adelantada, te das cuenta de que el riesgo es excesivo: ya tiene 20.000 guaraníes. ¿Qué necesidad tiene de importunarse para lograr una ganancia de 10.000?
Tu asunción es correcta, pero fallida. Precisamente porque carece de otras dignidades, necesita demostrarse digno de una confianza básica, especialmente ante un desconocido y extranjero. Sólo por eso a los diez minutos regresa al punto convenido trayéndote un alijo de una calidad como no habías conocido. Y dejándote una lección de señorío. Antes de darle un anticuado apretón de manos, le ofreces, además de su comisión, una parte del alijo
--Yo prefiero fumar crack --te aclara al rechazarla.
No te cabe duda de que así es. Demetrio es hombre de palabra.
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