El Mundo Today

2012/03/17

Reto n.º 9

Creo que con el último reto, este viaje que estamos realizando al infierno de nuestras mentes ha tocado fondo. Me parece que necesitamos salir de paseo para airearnos un poco.
En una de tus cartas me decías que creías que todas las personas han sentido alguna vez esa ambivalencia de sentimientos que nosotros llamamos lobotomía.
Comprobémoslo sobre el terreno. El reto que te propongo es que cada uno consiga que un hombre y una mujer le cuenten sendas historias reales que comulguen con el espíritu de las lobotomías


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Otras lobotomías recibidas en respuesta al reto:

Reibeca X
Reibeca X (y 2)
Lobotomía de Goethe
Lobotomía de Berceo

2012/03/14

Datos personales
Nombre: M.C.R.
Sexo: Mujer
Edad: 42
Estudios: Primarios
Fechas de exploración: 5, 15, 30 de agosto de 1999
A petición del Dr. Angulo
Realizado por la Dra. Teresa Azcárate

Referencia y objetivos
La paciente ingresa en el centro hospitalario el 4 de agosto visiblemente trastornada por una experiencia traumática. El Dr. Pedro Angulo, Coordinador de la Unidad de Medicina Interna, solicita informe psicológico a fin de valorar posibles consecuencias.
En el transcurso de las dos primeras sesiones no me es posible obtener ninguna colaboración de la paciente, ya que sufre brotes de amnesia psicógena referida al acontecimiento traumático que remiten en los últimos días del mes, permitiendo la obtención de datos en la sesión del día 30.

Datos personales relevantes
Paciente aquejada de tetraplejia severa producida por un accidente de tráfico a los diecisiete años. Inmovilidad e insensibilidad absoluta en tronco y extremidades superiores e inferiores.
Presentaba, antes de la experiencia traumática, un perfil psicológico normal dentro de su cuadro personal de minusvalía.

Casada a los 35 años con J.M.M., que se ocupa desde ese momento de su cuidado y manutención.

Conducta durante la exploración
Debido a fenómenos disociativos y al grado de medicación sedante al que estaba sometida, la paciente es incapaz, como he dicho, de recordar durante las dos primeras sesiones las circunstancias del suceso traumático que, sin embargo, le provocan reexperimentaciones intensas (flashback) en los periodos de sueño y pesadillas.
Al remitir el cuadro de amnesia el día 30, la paciente es capaz de relatar lo acontecido con detalle, intercalando eventos que, por su carácter increíble, explicaríamos como fenómenos alucinatorios por sensibilización.

Circunstancias concurrentes y valoración
La noche del 31 de julio J.M.M. fallece, por infarto de miocardio, según informe del forense, en el transcurso de una relación sexual con su mujer y queda tendido sobre ella hasta que es rescatada cuatro días y diecisiete horas más tarde por la policía, alertada por los vecinos del mal olor que surgía del inmueble.
Dada la relevancia de los detalles narrados por la paciente para ilustrar la severidad del trastorno me tomaré la libertad de transcribirlos.
El difunto mantenía como norma general contactos de tipo sexual una vez por semana, siendo éstos consentidos por la paciente. Debido a la insensibilidad corporal de ésta de cuello para abajo, la práctica habitual entre ellos era la fellatio, practicada de forma pasiva por la esposa, que permanecía tendida en la cama mientras el marido, sobre ella, introducía el miembro en su boca para estimularse mutuamente.
La muerte sorprende al varón en el momento del orgasmo de forma que queda inerte sobre ella en decúbito prono y en posición inversa respecto al cuerpo de la paciente, obstruyendo en gran medida su boca y garganta con el miembro erecto y el semen eyaculado. Las náuseas y el vómito de la mujer dificultan aún más su situación y consigue a duras penas deglutir la mezcla de fluidos y salvarse de una muerte por asfixia, que vuelve a amenazarla cinco minutos más tarde, al producirse la relajación post mórtem de los esfínteres que provoca la secreción espontánea de la orina y las materias fecales.
Cuesta trabajo mantener la objetividad científica al imaginarse a la paciente superando de nuevo la crisis para encontrarse con otra poco halagüeña tesitura: esperar la muerte por inanición, casi asfixiada por un peso que le impedía gritar pidiendo ayuda, atrapada bajo el cadáver de su compañero, que pronto empezaría a sufrir un proceso de descomposición acelerado por las altas temperaturas del verano. Considero que la ubicación de este cuadro clínico dentro de los trastornos de estrés postraumático está bien fundamentada.
He de confesar, no obstante, que me siento confundida por la confluencia de síntomas de alexitimia y represión de las emociones, comunes en estos casos por su efecto protector, con otros de tipo alucinatorio que contribuyeron sin duda a agudizar el estrés. La paciente narra unos hechos que la autopsia ha desmentido y que aportan al cuadro clínico un perfil espeluznante.
Afirma que pocas horas después de la defunción del marido aparecieron en su abdomen unas manchas verdosas de putrefacción y que al segundo día observó cómo surgían del cuerpo descompuesto unos gusanos blancos por el orificio de la uretra. Mantiene que, impelida por el hambre y el instinto de supervivencia, decidió ir nutriéndose con estos pequeños organismos y que lo hizo hasta la víspera de su rescate, día en el que se sintió desfallecer.
A pesar de que en el informe del forense no consta ninguna amputación del cadáver, ella está convencida de que ese día se alimentó con el pene y los testículos de su marido, reblandecidos por el proceso degenerativo y afirma, en su delirio, que sintió al hacerlo el primer orgasmo de su vida.
La comorbilidad exageradamente alta de estas alucinaciones puede ser fruto de la imprecisión de los límites con otras entidades nosológicas y me obliga a concluir que nos encontramos, como ya he adelantado, ante un cuadro de estrés postraumático agudo junto con otros trastornos psicopatológicos de difícil catalogación.

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2012/03/12

Lo confieso: soy un guarro; pero no un guarro cualquiera, yo soy un guarro muy especial, soy el guarro más repugnante del mundo.

Nunca me ducho, nunca me afeito, nunca me peino. Aprovecho los viajes en metro para realizar mi higiene personal; me limpio los dientes con las uñas y arrojo sobre los pasajeros encorbatados los trocitos de carne putrefacta, luego me hurgo la nariz con el dedo y pego las bolitas en los agarramanos.

Soy un coleccionista de suciedad; me rasco la cabeza con la mano y deposito la caspa que ha quedado incrustada en mis uñas en cajas de cerillas. Me gusta frotarme el cuerpo con los dedos para despegar mi grasienta mugre, hago bolitas y las guardo en otras cajas. Tengo docenas de ellas y he dejado escrito en mi testamento que quiero que las metan en mi ataúd cuando me muera.
Creo que todo lo que les he contado les habrá convencido de que soy un guarro; pero ya les he dicho que soy un guarro muy especial: soy un guarro revolucionario.
Desde niño utilizaba las guarradas como método de venganza personal; si alguien me hacía una trastada, me introducía durante un buen rato su lapicero en mi zapatilla y lo dejaba en su pupitre sin que me viera. Si lo que me hacía era una putada, me introducía el lápiz en la raja del culo. ¡Qué a gusto me quedaba cuando los veía chupándolo!
Ahora que soy un hombre maduro, empleo las guarradas como forma de lucha social: el mejor medio para luchar contra los cerdos capitalistas son las guarradas revolucionarias.
Voy por la calle pisando todos los excrementos de perro que veo y luego me limpio las suelas en las puertas de los bancos y en las cerraduras de los coches de más de cinco millones.
Siempre que mi organismo me lo permite, defeco en los váteres de los grandes centros comerciales e impregno con el precioso producto de mi vientre el botón de la cisterna y los picaportes.
Soy un guarro ecologista; reciclo los mondadientes. Guardo mis palillos usados en una bolsita y los introduzco subrepticiamente en los palilleros de las terrazas de moda.

Supongo que ya tendrán claro que soy un guarro muy especial; pero les he advertido que soy el guarro más repugnante del mundo y espero que se convenzan de ello cuando les hable de mi vida sexual.
Cagar me la pone dura; aprovecho mis cagadas para meneármela. Me siento en la taza y extendiendo por mi ombligo y mis muslos la orina que acompaña a toda deposición. Luego comienzo a meneármela, aspirando el aroma de mis pedos mientras pienso en el mejor polvo de mi vida. Se lo eché a un marica con diarrea, mi picha surtía en sus intestinos el mismo efecto que una lavativa; cada una de mis embestidas era respondida por un reguero de excrementos.
Ese ano caliente y pringoso en el que mi pene se deslizaba ayudado por la acción lubricante de su mierda y esos grumillos acariciando mi glande me excitaron tanto que le eché tres polvos seguidos mientras él se cagaba patas abajo.
¡Ah, qué recuerdos! Sólo pensar en esos buenos momentos bastaría para que me corriera; pero he alcanzado tal pericia en el noble arte de Onán que hago coincidir la eyaculación con la salida de mi zurullo. Una experiencia gloriosa, créanme, inténtenlo en sus casas.

Si a estas alturas todavía les queda alguna duda de que soy el guarro más repugnante del mundo, espero disiparla aportando dos nuevos datos sobre mis usos y costumbres:
Uno: jamás me lavo las manos.
Dos: soy el panadero de su barrio. 


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2012/03/02

Reto n.º 8

A veces, sólo a veces, pienso que nuestros fantasmas son fotófobos: al ver la luz se desvanecen.
A veces, sólo a veces, pienso que la confesión de nuestras obsesiones es la penitencia que nos hemos impuesto para perdonarnos a nosotros mismos por haberlas generado.
Y cuando pienso todo esto, el juego de las lobotomías me recuerda a la pasión que sufrió Cristo para redimirnos de los pecados; y los retos, las estaciones de nuestro via crucis personal.
Sólo nos queda la crucifixión. Crucifiquémonos, pues; rebasemos el límite del límite y escribamos dos cuentos tan repugnantes que den asco, que causen malestar físico, que provoquen arcadas.
Ya estoy harto de lo políticamente correcto. Me resulta tan empalagoso que me produce náuseas; debería llamarse vomitivamente correcto.
Para desintoxicar, me gustaría sentir náuseas, por una vez, ante algo políticamente incorrecto.

(Perdona por la jerga religiosa: cuatro años en un seminario no pasan en balde).



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