Cierta mañana empequeñecí en mitad de
un día violeta. Me costó trabajo hacerme a mi nueva dimensión. A pesar de que
la cama parecía grandísima, la oscuridad me empujó al vacío. Creí que iba a
matarme; después de planear unos instantes, caí en la alfombra atrapada en mi
camisola. Como pude, me escabullí por el hueco de una de las mangas y me dirigí
hacia la cocina. Tardé media hora en atravesar el pasillo; una vez allí, me
percaté de que todo estaba por las nubes. Sin saber qué hacer, permanecí tan
quieta como la silla que me miraba desde el fondo. Aunque tenía hambre, no pude
alcanzar el trozo de bizcocho que había despreciado de madrugada. “Lo mejor
será meterme otra vez en la cama”, pensé, y fui hacia mi dormitorio, al que no
llegué hasta bien entrada la tarde. Exhausta, me quedé dormida sobre la
alfombra no sé cuánto tiempo. Al despabilarme, encontré un trozo de papel que
ponía: “DORMIR ES MORIR”. Entonces, asustada, me metí en el patuco de mi bebé y
corrí hacia la calle.
M.M.
Me hizo recordar este cuento a uno que oís de chica que se titulaba "Garbancito". Aunque con serias diferencias, obviously. Lo de dormir es morir me viene atacando hace algún tiempo... y no sé cómo defenderme.Saludos.
ReplyDeleteLos cuentos infantiles nos marcan y regresamos a ellos con frecuencia...
ReplyDeleteTachín, tachín, tachín, mucho cuidado con lo que hacéis; tachín, tachín, tachín, a Garbancito no piséis
ReplyDeleteVous avez fait quelques bons points là-bas. J'ai fait une recherche sur le sujet et a trouvé la plupart des gens seront d'accord avec delordenyelcaos.blogspot.ru
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