--Madre: no aguanto más este asedio. Es como si fuera de cebolla y no de carne y hueso.
--Dices bien, Jorge Luis: tú no eres de carne y hueso; eres de cebolla. Y de ajo.
--Madre: no trate de asustarme, no soy un chico.
--Digo la verdad, Jorge Luis: presta atención a tu pelo blanco... Si accedes, por una vez, a observar la realidad, advertirás que tus cabellos son realmente finísimas hebras de cebolla...
--Si es preciso, madre, me cortaré el pelo al ras.
--Te verás ridículo... y será inútil.
--¿Por qué será inútil, madre, por qué?
--Porque hasta los dientes que hay en tu dentadura son dientes de ajo.
--¡Basta ya, calle, madreee!
--¡A mí no me grites! No te lo permito, por dos motivos: aun en el Infierno me has de respetar; y con tu grito me mortificas enviándome un vientito de ajo que me resulta difícil de tolerar, Jorge Luis...
--Madre: ¿por qué me dice Jorge Luis, si siempre me llamó Georgie?
--Para no desorientar a los lectores, Jorge Luis.
--De manera que esto es el Infierno, madre...
--Esto es el Infierno para ti.
--¿Y por qué merezco este Infierno?
--Por embustero y porque dejaste crecer dentro de ti a ese inquilino que se ha adueñado de nuestra casa y que con sus desmanes impide leer con naturalidad lo que el Otro escribió con tanto fervor.
--Madre: creo que de pronto ya no le tengo asco al ajo ni a la cebolla.
--Señal de que envejeces, Jorge Luis.
--Pero ¿es que se puede envejecer en el Infierno?
--Sí, se puede envejecer y morir; pero no te alegres: después de esa muerte se cae en otro Infierno.
--¿Y qué me espera, madre, en el próximo infierno, ya que en éste me he aburguesado, se han aquietado mis repulsas?
--Un magnífico ejemplar de El Quijote y otro de La divina comedia.
--Madre: eso no tiene nada de Infierno, salvo que allí yo esté completamente ciego y no encuentre a nadie que me lea.
--Sí que será un Infierno para ti, porque esa especie de nuevo Quijote habrá sido escrita por un vasco ordeñador de vacas; y esa especie de nueva Divina Comedia tendrá por autor a un negro insoportable.
--Madre: ¡eso no puede ser!
--Sí, puede ser, Jorge Luis, ya lo verás, ya lo verás...
--Madre: déjeme morir.
--Es es imposible, Jorge Luis, porque, como tú mismo escribiste parafraseando no recuerdo a quién, para morir es preciso antes haber nacido.
--¿Y acaso no he nacido, madre?
--No, todavía no has nacido, Jorge Luis.
--¿Cuánto falta para eso? ¿Queda mucho?
--Hijo: falta una eternidad.
--Pero eso es como decir 'nunca': la eternidad es eterna, madre...
--Eso es lo que tú supones, mi Jorge Luis.
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