El Mundo Today

2012/05/16

Mano de santo

Una historia que me nos ha enviado Ignacio

Durante bastantes años, trimestralmente, recibí en mi domicilio una revista de divulgación de los tremendos logros y gloriosas empresas del Opus Dei. No sé bien cómo llegaron mis datos a formar parte de su archivo, pero siempre sospeché de un antiguo compañero de gimnasio que cojeaba de rezos e irradiaba proselitismo.
He de decir que soy ateo y poco amigo de los intentos publicitarios de captación a ninguna causa. Añadiré que tuve en mi mocedad una novia que, estudiando la carrera, cayó temporalmente en manos de la Obra y apartó totalmente las mías de su cuerpo durante más de un año, dejando en mi interior cierto rencor hacia aquellos bienintencionados educadores que me proporcionaron un inolvidable periodo de restricciones amorosas.
Nunca leí la revista, ni siquiera abría el sobre. Pasaba intacto del buzón a la basura hasta que un día, por curiosidad, decidí hojearla. Tras unas primeras páginas dedicadas al autobombo de la causa y a un rancio abanico de datos biográficos del fundador, descubrí una jugosa sección titulada Nos escriben donde agradecidos lectores relataban supuestos milagros conseguidos gracias a una estampita de Monseñor Escrivá. Todos estaban relacionados con desequilibrios morales de algún desdichado familiar o amigo que obtenía la intercesión del beato sin haberla solicitado. Alcohólicos redimidos, parejas desenamoradas devotamente reunidas, señoritas de dudosa conducta devueltas al redil... Todo un desfile de hijos pródigos rescatados de la degeneración con el sencillo procedimiento de la postalita, un par de oraciones del lector benefactor y, naturalmente, un donativo económico a la Obra.
Digamos que no me convenció. De hecho, me sentí poco inclinado a seguir recibiendo el panfletillo y, sobre todo, a que mis datos personales permanecieran en un protocolo en el que yo no había solicitado ingresar.
Escribí una carta rogándoles amablemente que tuvieran la cortesía de darme de baja. Con el siguiente envío trimestral descubrí que habían hecho caso omiso de mi misiva por lo que remití una segunda algo menos cortés que la anterior. Ni caso.
El fracaso de la tercera me hizo pensar que no iba a haber forma humana de que se olvidaran de mi dirección postal y casi había capitulado cuando se me ocurrió escribirles la epístola que adjunto a continuación:

“Muy señores míos:
Les agradecería profundamente que incluyeran esta modesta aportación de mi experiencia personal en la sección Nos escriben de su instructiva revista.
Yo era un hombre normal y feliz hasta que cierto desengaño amoroso me sumió en una profunda impotencia sexual. Hasta ese día he de decir que no sólo gozaba de un perfecto funcionamiento sino que era capaz, de vez en cuando, de alguna proeza no exenta de mérito. Sólo por citar un ejemplo les diré que en cierta ocasión tuve la oportunidad de pasar la noche con tres hembras a las que, si he de creerlas, fui capaz de satisfacer plenamente. Pero todo ese mundo de placer había desaparecido para mí. Mi polla no se me levantaba y yo debía conformarme con recordar nostálgicamente la tensión en la bragueta, las cabalgadas sobre bellas mujeres, el festival de eyaculaciones.
Puse todos los medios a mi alcance, pero ni los mejores tratamientos médicos ni los cuidados de las más excitantes y morbosas prostitutas conseguían despertar mi pajarito. Un amigo que me quiere bien me proporcionó una estampita de Monseñor Escrivá, y yo, más por no despreciar el ofrecimiento que por convencimiento de sanación, recé la oración, enrollé la postalita haciendo con ella un canuto adaptado a mi mano y comencé a masturbarme con ella.
El milagro fue poco menos que instantáneo. La erección monumental. La eyaculación prodigiosa.
Caí al suelo de rodillas preso del fervor y del orgasmo. No podía creerlo. Comencé a entonar un emocionado ‘Señor, no soy digno...’ y descubrí que la erección se recobraba. Sin dejar de cantar, me hice tres pajas. No cupe en mí de gozo.
Desde entonces he recuperado la alegría de vivir. Tengo múltiples amantes agradecidas y disfruto increíblemente de los servicios de las profesionales.
El donativo lo enviaré más adelante, en este momento no me viene muy bien.

Atentamente, etc.”

 Creo haberlo conseguido. Hace dos años que, milagrosamente, no recibo la revista.

Autor: Ignacio

3 comments:

  1. A mí me sucede algo parecido con las estampitas del Play Boy.
    Desde aquí abogo por la beatificación de Hugh Hefner.

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  2. Lo vuestro es como lo del fetiche de Heidi, pura Galaxia Gutenberg.

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  3. Bueno, Heidi pertenece más bien a la Galaxia Marconi; pero, sí, entre galaxias andamos.
    Aunque si hemos de elegir, donde esté una buena Vía Láctea…

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