Al cumplirse 100 días de la “Revolución humilde” de Francisco, Del Orden
y el Caos se apunta una primicia mundial con esta primera entrega del diario
íntimo del nuevo y revolucionario Pontífice, que dice unas cosas que levantan
el solideo. Lean, lean. Y pásmense. Robado del modestísimo hostal sin
seguridad donde se aloja Bergoglio y traducido del italiano por la intrépida
reportera Rosalía Borgia, que se infiltró en los aposentos papales disfrazada
de monja claretiana y arriesgándose a ser alabardeada por una pareja de
fornidos guardias suizos.
Miércoles, 13 de marzo de 2013, san Humberto, patrono de los cazadores
¡Papa electo! ¡Qué emocionante!
Mejor emocionarse, sí. Por la vía
de la Razón no me habría ordenado sacerdote en 1969, que ahora que recuerdo, también
era día 13, aunque día domingo, no miércoles como hoy. No, espera: era sábado.
Sí, seguro: sábado.
¡Cuánta emoción! Estoy emocionado.
Si ya lo había dicho, lo repito ahora. Como sucesor de Pedro, voy a encabezar
una organización bimilenaria, la Iglesia católica romana, que entre otras emotivas sinrazones, sostiene que
María retuvo su virginidad después de parir a su Hijo (v. Catecismo, 510;
San Agustín, Sermo 186, 1;
Lucas 1, 38), así que cualquier pretensión de racionalidad está de más, me
parece. Por tanto, venga emoción, mucha emoción. En esta época lo emocionante vende, se considera Bueno independientemente de su naturaleza. Así pues, hágase todo acción emotiva, cero
reflexión. Esto a las masas, tan simples, les cautiva. En esta línea, ahora mismo voy a tuitear la buena nueva al orbe
(y además colgaré un vídeo que acabo de grabar con el móvil). La urbe ya se
habrá enterado por la fumata, digo yo, que para eso la encendemos.
Me he puesto Francisco, a secas,
sin ordinal, por pura humildad jesuítica. Ponerme Jesús I habría sido un acto
de soberbia franciscana por mi parte, no digamos ya sin el ordinal. En cambio Francisco, que con el ordinal suena a Emperador, sin el ordinal me quedó bárbaro. Esto de la sencillez
no es tan sencillo, pero tiene su lógica: si seré humilde, que pudiendo ponerme un ordinal como todos los demás, me haré llamar Francisco a secas, como si no hubiera más. ¿Más? Que pudiendo seguir
de jesuita, me hice franciscano. Ésa no se la esperaban los pacos, les pillé
con el pie cambiado. Como a la prensa, que se ha volcado conmigo. Se ha volcado
a los archivos, es decir a Google, a ver quién coño soy. Menuda tropa. Ni
siquiera se habían enterado de que la última vez había quedado segundo, como corresponde a mi acreditada humildad. Sólo Mario Tosatti, vaticanista de La Stampa,
ha recordado que en aquella votación rogué, casi entre lágrimas, a mis
patrocinadores que se abstuvieran de votar por mí. ¿Se puede ser más humilde?
Prefiero que recéis por mí, les dije. Es mi frase comodín, me vale para un roto
y para un descosido; y entre sus innumerables ventajas está el hecho de que,
siendo una orden imperativa, pasa fácilmente por el más humilde de los ruegos.
Eso es lo bueno de mí: que aunque sea el Papa, o precisamente por serlo, soy un
tipo muy humilde, así lo dice la prensa de forma abrumadora, casi unánime (algunos me consideran más campechano que humilde): soy
el tío más humilde del mundo (porque yo lo valgo), un campeón de la humildad; y
lo mejor de todo es que tengo sobrados motivos para serlo. Incluso puede que me
pase de humilde, lo que me plantearía un grave obstáculo para
desempeñar mi Papado de forma convincente. ¿Con qué cara va a pontificar un
tipo que se pasa de humilde?
Jue. 14, san León Grrr :-)
Como nos esperábamos todos acá en
el Vaticano, a nadie se le ha ocurrido responder a nuestra fumata con otra en
plan acuse de recibo. Se conoce que con la contaminación de Roma la fumata
nuestra y cualquier eventual fogata de respuesta han pasado fugatas. Además la gente
ve una fumata por la tele y se la cree más que si la viera por la ventana; en
tal caso pensaría que la ha prendido el vecino. La llamada realidad virtual,
que se ha vuelto más verdadera que la realidad real.
Que los romanos sean unos
maleducados, también podría ser, pero no creo: he recibido un pasote de trinos
aprobatorios en mi Twitter oficial @Pontifex, que hasta ayer era de Peneadicto.
Podía haberme
abierto mi propia cuenta, pero entonces habría pecado de soberbio para con la imagen de
humildad que nos hemos fijado entre la Curia y mi humilde persona.
Vie. 15, san Zacarías, Papa
La humildad marcará nuestro
Papado. No por decisión nuestra, no, qué disparate. Eso sería incurrir en
soberbia. Somos humildes porque así nos lo ha ordenado la Curia; y a ella a su
vez se lo han ordenado los medios. Que sí. Al principio no nos lo creíamos,
pero buscamos “Bergoglio humilde” en Google en varios idiomas y salimos de
dudas. Y todo por decirles la huevada esa de que recen por mí. Qué tarados. Si
supieran que llevo diciéndolo casi a diario desde hace años. Claro, no voy a
decir: “Rezaré por vosotros”. Incurriría en soberbia. Esto de la humildad
parece muy sencillo pero resulta algo complicado aunque en el fondo es bastante lógico: el mismo
mecanismo que en 2005 me impidió aceptar la Tiara de Obispo, Pontífice y Rey, me obliga hoy a sobrellevar humildemente, como una
cruz, el peso de la misma Triple Corona. ¡Rezad por mí!
Sáb. 16, san Heriberto de Colonia, obispo
Hemos estado releyendo los apuntes
que tomamos en las reuniones previas al cónclave. Se resumen en cuatro ecumenical matters: 1) evangelización, 2)
periferias existenciales, 3) peligro de autorreferencia y 4) mundanidad
espiritual, que a su vez acabaron resumiéndose en uno solo: “Oretis pro me”. Es
que la chuleta se la había quedado el arzobispo de La Habana, que como otros
vio en Nos al futuro Papa y tuvo una comprensible debilidad de cazaautógrafos.
Quería hacernos la pelota y nos hizo la puñeta, la verdad, porque Nos, el
Papado, necesitamos material nuevo. Tanto oretis pro me a todas horas ya
empieza a oletis un poco. Cuando éramos cardenal, colaba decirlo
constantemente, porque total, nadie se fija mucho en lo que que pueda decir un
purpurado, y encima de Buenos Aires. Pero ser Papa es mucho más exigente en lo
mediático, es mucho más fuerte que ser Messi.
A Messi los gallegos y todo el
mundo le perdonan que lleve decenios dopándose con la misma hormona del
crecimiento que a Armstrong le costó los siete Tours, o que su padre defraude
millones de euros al fisco y presuma de firmar contratos en una servilleta de
papel de ésas que dicen Gracias por su visita. Pero con Nos no tardaron ni media
hora en desempolvar fotos nuestras dándole de comulgar a un tal general Videla,
q.e.p.d. Eso no es orare pro Nobis, caramba. Hemos tenido que movilizar de
urgencia a Fito Esquivel, que es un católico comprometido y por lo tanto hombre
de bien, para poner las cosas en su sitio ante estos medios descarriados.
Temporalmente. Conociéndolos, no tardarán en encumbrarnos como el abogado de
los pobres; serán ellos, los mismos que nos tildan ahora de lacayo de la
Dictadura, nuestros principales valedores ante su propia parroquia: una
izquierda que sólo entiende la política gesticulatoria. Reducida como está al pensamiento ameba, estímulo-respuesta,
estímulo-respuesta, funciona con cuatro consignas manidas y se dejará seducir
completamente por un buen eslogan, mejor cuanto más vacuo, entregándose por
completo a cambio de destapar la Nada en el corazón del reverenciado Progreso.
En verdad os decimos que en dos días los mismos que hoy nos ponen en la picota
nos canonizarán Santo Varón de la Progresía-Feligresía. Angelitos…
Los cristianos de base son muy
serviciales: además de limpiar nuestro nombre ante el diario Página 12,
aclarando que jamás tuvimos nada que ver con la Junta militar (sólo les
repartíamos hostias de vez en cuando y, con más frecuencia, les pedíamos que
rezaran por Nos; en fin, lo normal en un arzobispo), Esquivel nos ha
proporcionado el eslogan que necesitábamos para ganarnos a los necios medios de
la izquierda más lerda y con ellos a su sentimental y simplista parroquia. La
inspiración en forma de Espíritu dizque laico nos ha venido del discurso que pronunció
Fito al aceptar el Premio Nobel de la Paz en 1980: “no lo asumo a título
personal sino en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy
particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más
amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos,
los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad
que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y
luchan por construir una nueva sociedad”.
Los pobres, claro. ¿Cómo no se nos
había ocurrido antes, cuando son el recurso más socorrido? Y que nos lo tenga
que soplar un aficionado como Esquivel, con lo clara que está la jugada, hombre
por Dios. Mientras siga funcionando no hay que tener miedo de hacer siempre lo demasiado obvio. Tampoco hay
diferencia entre profesar la fe progresista y lo que los curas llevamos
haciendo desde que la Virgen se quedó menopáusica: decir que te preocupas mucho por
los pobres. Eso es todo. Maldito lo que lo notan ellos, porque hacer, lo que se
dice hacer, no hacemos nada. Pero tú no te olvides de repetirlo y será verdad
como un pensamiento performativo. Si lo sabrá la izquierda política, que
tomándonos la delantera pasó hace tiempo de la acción a la esencia, del acto a
la potencia, de los hechos al blablablá; se ocupa, no de lo que sus adeptos
pueden hacer (nunca van a hacer nada), sino de lo que dicen ser.
Y eso se define por la adhesión a un conjunto reducido de creencias que se
defienden, como dogmas que son, por la vía irracional, adoptando una visión
maniquea del mundo en que los infieles son el enemigo. En suma, han convertido
una ideología política en una religión. Nos han tomado la delantera; y es
preciso recuperar el terreno perdido y arrebatarles la clientela. Les haremos
un favor, porque lo que quieren, en el fondo, es ponerse a rezar cuanto antes,
y sólo les falta un eslogan de consumo masivo al alcance de sus limitadas
mentes para hincarse de rodillas a rezar con fervor por mí.
En las elecciones, teníamos a
nuestro lado al arzobispo emérito de San Pablo, cardenal Claudio Hummes, un
gran amigo. Cuando la cosa se iba poniendo otra vez peligrosa para nuestra
humildad, como en 2005, pero peor, porque esta vez sí que íbamos ganando, él
nos reconfortaba: “Tranquilo, ya verás cómo al final no te eligen y todo se
queda en un buen susto”, y en ese plan. Cuando los votos llegaron a los dos
tercios, vino el aplauso, porque aquel cónclave de insensatos nos había elegido
Papa. Entonces Hummes nos abrazó, nos besó, nos palpó los huevos y nos dijo:
“No te olvides de los pobres”. Los pobres, los pobres… Mira por dónde van a
tener una utilidad, los dichosos pobres y bienaventurados, una ocasión de
ayudar a su más humilde servidor, que les lava los pies e incluso se los besa
con fruición, excitado de su propia humildad.
Pero estoy divagando. Mientras
continuaba el recuento, pensé en San Francisco de Asís, en su relación con los
pobres. Y después pensé en las guerras. Francisco, el hombre de la Paz. Y así
llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz, el hombre pobre… ¿Queréis un
buen titular? Pues aquí lo tenéis: ¡Cómo desearía una Iglesia
pobre y para los pobres! ¿A que os pone? Es una gilipollez tan
mayúscula, que no puede dejar de satisfaceros profundamente, a vosotros y a
vuestra descerebrada audiencia. Una Iglesia pobre. Suena tan de puta madre, tan
pobrecita Iglesita, que nadie se va a plantear ni por asomo para qué coño les
sirve eso a los pobres, que si algo no necesitan es otra manga más de
harapientos dándoles el coñazo. Pero eso es lo de menos, los pobres sólo
importan como coartada. Por eso, como el socialismo, la Iglesia aspira antes a que
todos seamos pobres que a enriquecer a uno solo de los pobres existentes. Como
el socialismo, la Iglesia necesita a sus pobres para fijar la clientela, con la
diferencia de que la Iglesia le llevaba casi veinte siglos de ventaja en el
negocio y ahora el socialismo le ha tomado la delantera. Esto debe y puede
cambiar. En materia de políticas vacuas, de pura palabrería, ¿qué nos van a
enseñar estos aficionadillos? Si les damos sopas con honda. Tarde o temprano me rezarán
como a un santón de la dinastía Castro. Al tiempo.
Dom. 17, san Patricio
El cardenal Rouco, de Madrid, nos
ha agradecido hoy personal y públicamente que aceptáramos la sucesión de Pedro, recordando que muy bien podíamos no haberlo hecho, ya que "no hay
obligación". "Aceptarlo supone un ejercicio de expropiación de vos mismo
al más alto nivel de espíritu y de carne", ha añadido Rouco, delante de
los medios. Si no fuéramos tan humilde, pensaríamos que nos estaba haciendo la
pelota, pero dada nuestra inmensa, vastísima humildad, tal vez sea lo
contrario: que, sin haberlo leído, el cardenal primado de Madrid haya comprendido
lo que escribíamos acá el viernes. No en vano la divisa de nuestro escudo
cardenalicio reza: Miserando atque eligendo, lo miró con misericordia y lo
eligió; y si nuestra elección fue un acto de misericordia, el que Nos no la
rechazarámos sólo pudo obedecer a la humildad; primero, por proceder de Nos; y
segundo, porque Nos no somos nadie para llevar la contraria al Cónclave. Luego lo
que nos obliga a aceptar la Tiara no puede ser otra cosa que nuestra ya legendaria
humildad, que otros, envidiosos, llamarán falta de carácter; y no faltará quien
aluda al principio de Peter.
En realidad este famoso principio
de incompetencia lo formuló por primera vez, como casi todo lo demás, don José
Ortega y Gasset, a quien nunca hemos leído pero de quien tenemos por cierto que
se le puede atribuir con plena confianza cualquier cita, por peregrina que sea,
en la seguridad de que alguna vez dijo o escribió algo muy parecido, v. gr.:
“Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior,
porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”, decía hace cien años.
Pasaría más de medio siglo hasta que el pedagogo canadiense Laurence J. Peter formule
el principio que lleva su nombre, en los siguientes términos: en una
jerarquía, todo empleado que se desempeñe bien en un puesto dado tenderá a
ascender hasta su nivel de incompetencia (igual que la nata sube y sube hasta
que se corta). De él se deducen dos corolarios: 1) con el tiempo, todo puesto
tenderá a estar ocupado por un incompetente en el desempeño de sus
obligaciones; y 2) el único trabajo que sale adelante lo desempeñan aquellos
empleados que no han alcanzado su nivel de incompetencia.
...Todavía. Porque,
si haces bien algo, el premio es ascenderte al siguiente nivel ...donde quizá
ya no lo hagas tan bien. Pero ¿quién en su sano juicio rechazaría un ascenso?
Reflexionar, con toda humildad, armados de nuestra humildad, sobre este particular.
Lun. 18, san Cirilo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
“Rezad por mí”. Sin más. ¿A que no
parece mucho? Ni siquiera como chorrada vale gran cosa. Pues parece que no se le había
ocurrido a nadie. Y amigo, hay que ver el juego que da, sobre todo con la
prensa, que no es nadie a la hora de repetir topicazos. Lo que no saben los muy
culiáus es que lo digo siempre que no se me ocurre nada mejor que decir.
Eso, y that would be an ecumenical
matter. Lo digo y lo escribo. A todo el mundo. Constantemente.
Nunca falla. Nunca. A las pruebas me remito.
A la prensa le da igual. Les
lanzas tres palabras como quien echa pitanza a los cerdos y con eso a ellos les
sobra para precipitarse a hacer todo tipo de interpretaciones, por ejemplo: “Es
una advertencia de que la Curia hará lo posible porque se malogren las reformas
que el nuevo Papa tiene en su agenda”. Pero ¿de dónde se han sacado estos tíos
que yo tengo una agenda, que planeo reformas, que la Curia está para algo,
incluso que yo soy el Papa? ¿De lo que digo o de lo que callo? Porque parece
que los silencios les dan aún más juego interpretativo. Parece que lo que con tan humilde elocuencia
callo, que es casi todo, le resulta de lo más revelador, a la prensa, más
dispuesta a hacer el comentario de texto cuanto menos texto tenga que comentar.
Sinceramente, Nos somos los primeros que alucinamos en colores; pero si hay que
seguirles el juego, por Nos que no quede. Además, que la Curia está encantada
con Nos. La tenemos chocha Nos, a la Curia. Los datos, que ella misma nos
enseñó, son concluyentes: antes de que Nos, y sólo Nos, inventásemos la novedosa
figura del Minimus Pontifex, que casi parece una contradictio in
terminibus (¿cómo va a ser humilde un tipo que se dedica a pontificar
de todo y encima posee infalibilidad y para colmo es porteño?), el Papado era
una institución, no nos engañemos, un poco prepotente. O esa imagen daba con su
manía de rezar por la Humanidad. Nos en cambio vamos y le decimos a la
Humanidad que nos rece ella. ¿No es un hallazgo dotado de la
genialidad que sólo poseen las ideas más simples y debido a nuestra proverbial
modestia? “Rezad por mí” suena perfecto porque es perfecto. Sin decir nada en absoluto,
y por tanto sin comprometer tampoco a nada, lo dice prácticamente todo, como
frase multifuncionalmente inversa que es. Y a diferencia de “Eso sería materia ecuménica”,
se trata de una frase que todo el mundo comprende …o eso cree. Aunque parece
significar una sola cosa clara, de hecho es tan maravillosamente ambigua que,
como ha demostrado de sobras la prensa, se presta a múltiples interpretaciones,
todas favorables para Nos, el Papado (este plural es de modestia, no vayan a
creer que es mayestático), o bien a ninguna interpretación en absoluto, lo que
resulta igual de favorable, incluso puede que más. Así lo cree la Curia, que
confía en Nos para frenar la sangría de fieles que en toda la América abrazan
sectas evangélicas, entran en trance, hablan en lenguas, etc. A lo mejor por
eso de las lenguas la Curia se ha convencido de que “Oratis pro me” es el
abracadabra que va a devolver al redil a todos los hijos descarriados de la
Iglesia. Nos ven capaz de convertir a la mismísima Federación Estatal
de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales por el procedimiento,
ciertamente revolucionario, de pedirles a ellos que recen por
Nos. Eso debe de descolocarles, después de los siglos que llevamos rezando
(infructuosamente) por ellos, aunque no sabemos Nos si lo suficiente para obrar
el milagro. Como fuere, esto de rezar es una política segura, tradicional y con
buena relación calidad-precio, cuestión esta última no menor, habida cuenta de la crisis
económica. No vemos por qué dejar de adoptarla, pues, aunque los resultados son
nulos, también lo son, prácticamente, los gastos que acarrea, así que vaya lo
comido por lo servido.
Mié. 20, san Daniel el Profeta
Nuestra Humildad empieza a
adquirir tal enormidad que ya no es humildad, no puede serlo, dadas sus
soberbias dimensiones. Hemos dedicado unas horas libres a reflexionar muy en
serio sobre esta ingrata paradoja, llegando a la siguiente conclusión: no hemos podido reflexionar humildemente. La culpa
es de los medios, que todo tienen que desproporcionarlo y nos obedecen
ciegamente aun cuando no les hayamos dado ninguna orden. Se han empeñado en que
somos un culiáu humilde y a ver quién es el guapo que les convence ahora de lo
contrario. ¡Dejad de rezar por Nos, bastaaa! Magnificando nuestra humildad,
acabaréis dando al traste con ella.
Vie. 22, Virgen de los Hitos
He tenido una larga conversación
con Peneadicto. Larga y necesaria. La verdad, había llegado a creerme que era
el Papa, pero resulta que no. El Papa sigue siendo el Jefe, el Emérito, ese
nazi, qué os habías pensado. Yo sólo soy obispo de Roma y como tal me ocuparé
exclusivamente de mi diócesis, aunque puertas afuera seguiré ejerciendo de Sumo
Pontífice. Hemos llegado a ese acuerdo, que por un lado satisface mi humildad y
por todos es un alivio. Alivio, sí. Entre nosotros, querido diario, empezaba a
sospechar que el Pontificado me venía un poco grande, no porque yo no fuera
digno de él, sino más bien porque él no se adecuaba a mi tremenda humildad.
Pero la Curia ha decidido que yo doy mejor imagen de cara al exterior, sobre
todo en el mercado iberoamericano, pasto de pastores evangélicos que entran en
trance y hablan en lenguas, dando su miedito, por no hablar de la escena política poschavista. Contra eso debo de parecerles un muro de contención, pues también me ha dicho el Emérito
que a la Curia le ha encantado mi retórica barata de una Iglesia pobre, siempre
y cuando no vaya a creérmela. Está claro que me toma por idiota, seguramente con razón. “Ni siquiera necesitamos que parezca pobre”,
me ha instruido Peneadicto. “Nos sobra con desear que sea
pobre, como Ideal que nos cuidaremos mucho de alcanzar, pues caso de alcanzarlo
los primeros que nos darían la espalda serían los propios pobres, incluso puede
que nos corrieran a gorrazos”. Aquí tengo que darle la razón. Todo el mundo,
excepto la izquierda santurrona, sabe que la pobreza es contagiosa y cualquier
cosa menos deseable.
Debería haberme dado cuenta, antes
de hablar tan al pedo, de que mi ocurrencia de la Iglesia pobre no le iba
a gustar al Jefe, pero sobre todo tenía que haber caído en la cuenta, mucho
antes y por mis propios medios, de que el Jefe seguía siéndolo. Más claro no
podía estar, si bien se mira. Veamos: si el soberbio Peneadicto hubiera
dimitido de su cargo de Papa, se seguiría que es más humilde que yo. Como tal cosa es
imposible, pues, de haber alguien más humilde que yo, contradiría el dogma
central de mi Papado, se sigue que, contra toda apariencia externa, en realidad
Peneadicto no ha dimitido. El Papa sigue siendo él. El de verdad, al menos. A
mí me tienen para enseñarme por ahí fuera, con mi disfraz de pobre, diciendo
siempre lo mismo para que nunca signifique nada. Acabará entrándome complejo de
no ser más que una cara bonita, o de franciscano dipsómano, que sin duda es peor.
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