El Mundo Today

2009/10/14

Ritual de lo habitual o elogio del destiempo

Tengo amigos aquí en Santander que a partir del 31 de agosto dejan de ir a la playa. Ya no toca. Subyace aquí cierto horror al caos o algo peor: una indisimulada servidumbre gregaria, su demasiado humana necesidad de sentir el calor de la manada, como si la playa sin gente cerca ya no fuera playa. Estos amigos míos no saben lo que se pierden, porque de hecho la playa a destiempo es más playa, quiero decir que hay más de ella, igual que un día libre es más libre si los demás trabajan o unas vacaciones en octubre saben más a vacaciones.
A destiempo llegó también este año, al menos en la Rioja, la vendimia. De toda la vida para el Pilar se seguía vendimiando, pero este año por San Mateo ya estaba recogido todo el tempranillo, que nunca lo fue tanto.
Yo prefiero la garnacha porque es más rara, más áspera, más impredecible, menos productiva (un poco como el que suscribe). Ella va por libre y nunca se prevé si su primer mosto podrá ofrecerse con fervorosa puntualidad a la puta Pilarica™. La puntualidad periódica como rito religioso. Por algo los primeros relojes públicos aparecieron en las fachadas de las catedrales. Por algo también es posible establecer una relación directa entre la exactitud de los relojes públicos de un país y su grado de desarrollo económico, el nuevo tótem fideísta. No en vano esta adoración del tiempo está en la raíz misma de la destrucción de la naturaleza, incluida la naturaleza humana, sin la cual, por supuesto, nada somos.

Extemporáneamente borracho de vino joven, me arranqué con una jota a la Virgen©. Fue una jota obscena, obscenamente mal cantada y, naturalmente, a destiempo. Yo creo que a la Virgen no le gustaron; es más, de haberle gustado, me preocuparía, sobre todo por Su virginidad, que una cosa es conservarla post partum y otra solazarse con la rijosidad de la Ribera. El público tampoco me aplaudió. ¿Por lo mal que canté? No, otros cantaron peor y el respetable, que tampoco era abstemio, fue generoso con el aplauso. Lo que pasa es que yo sólo canté una y todo el mundo, claro, pensó que estaba calentando antes de pasar a mayores desgranando lo mejor de mi repertorio. El ritual de lo invariable. Un jotero minimalista como yo es algo que descoloca. Además, me estaba mofando del Hecho Diferencial Riojano, y eso sí que es sagrado. Ya se sabe que en España no hay imbécil que no se considere «distinto». Si a esto se suma que no cabe un imbécil más, el panorama se presenta de lo más atemporal.
Hay por la tele pública un programa presentado invariablemente por bellezas clonadas, intercambiables, muy sanas pero muy sosas, como el pan sin sal. Estas sacerdotisas del tiempo presumen de conceder a «todas las voces» exactamente el mismo: 59 segundos; y es de ver cómo todos los invitados consumen avaramente hasta el último de ellos, llegando a inclinarse serviles en persecución del micro cuando, cumplido el Inexorabilis Tempus, aquél se retrae y encoge hasta desaparecer, como el miembro de Rubalcaba. El día que alguna de estas barbieperiodistas tenga la funesta idea de invitar a mi voz a los famosos 59 segundos de la concha de su abuela, prometo acabar en 9 y consumir los 50 restantes haciendo lo mejor que se puede hacer con el tiempo. ¡Perderlo! Y en el momento menos oportuno.
Creo que hoy volveré a bañarme en el Cantábrico.

2 comments:

  1. ¡Quién pudiera pasearse por la playa en cualquier momento del año!

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  2. Quién pudiera hacer fiesta sin que la autoridad le tire previamente un chupinazo dándole permiso... ¡Joder! Todos los días son de fiesta (y todos los días son de diario).
    En la Rioja se está consolidando lo de hacer la vendimia a destiempo, por la noche. Empezaron en Francia y ya les copian. Al principio todo el mundo se reía de los pioneros riojanos, aplicando un razonamiento muy español: si fuera una buena idea, llevaríamos tiempo haciéndolo... Etc. Ah, pero es que el mosto se paga mejor (el fresco de la noche evita que fermente antes de llegar a la bodega, como pasa cuando se vendimia al sol de septiembre). ¡Acabáramos! Cronos, ese valedor del vil metal...

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