El Mundo Today

2009/12/27

Cuento de Navidad



Como un Scrooge cualquiera, usé la excusa de la crisis para no enviar cestas de Navidad a mis empleados ni a mis vasallos ni a mis clientes ni a mis ex amantes ni a mis parientes. Recibí no obstante, con puntualidad, las acostumbradas viandas en mi domicilio y hasta me permití protestar mentalmente: «Vaya, otro año paletilla en vez de jamón».
A uno que me pidió un adelanto de la paga extraordinaria, lo eché el día 21 con cajas destempladas. Ni siquiera le di lotería para que se consolara en el Reino de la Hipótesis. Prácticamente se había despedido a sí mismo. Hay que conocer a quien te paga. No me importa que me pidan, nunca doy; pero es que este me había pedido de malas maneras.
Previamente ya había despachado con cajas destempladas a los putos hijos de la vecina, cuando por Todos los Santos habían osado llamar a mi puerta disfrazados de momias, al grito de «truco o trato», cuando ni el «trick» era truco ni el «treat» era trato; así que les dije que no entendía y que se fueran a pintarrajear significantes sin significado con un espray fosforescente, amenazándoles con provocarles lesiones corporales, incluidas fracturas óseas, si no obedecían de inmediato.
Así las cosas, era cuestión de tiempo que comenzara el desfile de fantasmas moralizantes. Todos los años la misma canción. Qué coñazo.
El primero, claro, fue el fantasma de las Navidades pasadas. Tenía falta de riego y Alzheimer. Un Alzheimer de caballo. Ni siquiera recordaba dónde iba la puta hache de Alzheimer, ¿o era Al's hammer? También tenía cáncer de páncreas. Pero aquí el Alzheimer le venía al pelo. Para sobrellevar lo otro.
Al fantasma de las Navidades pasadas le di una botella de anís «Las cadenas», llena, y un tenedor con que rascarla. Se bebió todo el anís, claro. Menudo era. El fantasma de las Navidades pasadas era Maíllo, un borracho de tomo lomo alérgico al jabón y objetor de la ducha pero como persona, extraordinaria. Por deferencia a mi padre, una vez se disfrazó de caótico rey Melchor expresamente para mí; y por su culpa, mucho después de que la verdad me curtiera respecto de sospechosos loners como Papá Noel y el Olentzero, seguí creyendo en los Magos de Oriente. Porque a estos los había visto. Joder, si me habían llamado por mi nombre. Mi baño de verdad se retrasó por culpa de Maíllo, persona de gran vida interior que me mantuvo en el Reino de las Tinieblas más de lo necesario.
Lo del Olentzero fue fácil. ¿Quién mecagoendiós iba a creerse que un gañán carbonero, que baja del monte para no morirse de frío, va a traer regalos? Hasta un niño se da cuenta.
El fantasma de las Navidades presentes se presentó como un gorrón de tomo lomo. «Qué poca vergüenza», me dije, «ya podía venir cenado», pero la crisis es lo que tiene: tu mujer se va con otro y tú te tienes que ir con ellos. Ahora, una cosa es que se utilice como excusa y otra que la excusa sea imaginaria. Luego se puso truculento, apocalíptico, algorero:
--Los casquetes se derriten. Los osos polares devoran a sus oseznos. Los esquimales se afeminan. Por Nochevieja se ejecutarán --profetizó ominosamente-- a los misioneros de Mauritania. Y nos pasarán el vídeo para que nos lo creamos y para que sepamos hasta qué punto nos odian. Además, ahora ya saben que con nosotros siempre toca premio. También saben el precio: un cambio de política exterior, 192 muertos. Un millón de euros, un secuestrado. Por Reyes secuestrarán a otro atunero, el «Patxarana».
En el momento de escribir, el o la fantasma de las Navidades futuras no ha hecho acto de presencia. Se conoce que aprobaron la Ley, pero no el presupuesto. O viceversa.

2009/12/11

Desengaño de UPyD

Recientemente se ha celebrado en Madrid el I Congreso de UPyD, partido político al que, después de lo visto en su I Congreso y ya antes, no le queda otra salida honrada que enterrar formalmente toda pretensión de presentarse ante los electores como Un Partido Diferente, según rezaba el oportunista eslogan que sus promotores acuñaron al engendrarlo. Bien mirado, no hacía falta este ejercicio de autoaplauso onfaloscópico a que se ha consagrado el Congreso, sin que quedase ya nadie con la sana intención de meter cristales rotos entre mano y verga de tanta masturbación autocomplaciente, como haría cualquier discípulo de Sánchez Ferlosio. Si algo, en efecto, ha demostrado UPyD a raíz de sus primeros éxitos electorales, es su voluntad decidida, no ya de ser un partido como los demás en el peor sentido del término, sino también --y esto podía haberse remediado-- clonar sin vacilación ni duda lo peor de lo conocido. Ay, esas purgas tan refinadas que prefieren forzar el desistimiento de los designados como michelines a excluir, pecando entonces de sádicas por pura beatitud laica. Hasta a los criminales se les dice cuál fue su delito antes de ajusticiarlos.
Tampoco dice uno que este proceso de clonación no haya podido ser inconsciente: tantos decenios de militancia en el PSOE dejan un poso que difícilmente podemos imaginar los que no hemos pasado por experiencias ni remotamente tan dotadas de transcendencia sin vuelta hoja. Además, no se clonan monstruosidades, sino perfecciones formales; y del maniobreo-politiqueo podrá decirse cualquier cosa menos que no funciona y no tiene la perfección formal del arrancapezones presente en todo Museo de la Tortura que se precie. Algunos como Robert Michels lo consideraban incluso imprescindible para sobrevivir, consolidarse y medrar en el sistema vigente. Si hemos de creer a este célebre politólogo alemán de principios del siglo pasado, a efectos organizativos y de crecimiento, la muerte de éxito que ha experimentado UPyD le será tan beneficiosa como una poda bien hecha fomenta futuro crecimiento.
No es mal profeta, Robert Michels. En 1911 publicó un ensayo clásico, Los partidos políticos, producto de su análisis, en el Partido Socialdemócrata Alemán de su época, del mismo proceso inexorable que se ha producido en UPyD entre marzo de 2008 y noviembre de 2009. Digo inexorable porque «no se deja vencer de los ruegos», como define inmejorablemente Casares en su Diccionario, pero debería decir impepinable, porque es el mismo que se ha producido en todos los partidos al uso --lo que UPyD aseguraba no ser-- desde que a principios del siglo XX Robert Michels formulara su profecía, la que se ha dado en llamar "ley de hierro de la oligarquía", aplicable pues a "toda organización eficiente", no sólo a los partidos políticos que daban título al ensayo de Michels.
Conscientes de estar dotando de excesivo poder a los partidos políticos, los padres de la Constitución de 1978 consagraron la democracia interna de los partidos en el principio de su articulado, en el Título preliminar, si bien, fieles a su costumbre de alternar paletadas de cal y arena, olvidaron prever algún mecanismo para garantizar que se cumpliera tan loable precepto, dejándole el vigor de una mera declaración buenista comparable a aquel "Sean los españoles justos y benéficos" que se leía en la Pepa. Si escribir estas cosas tuviera algún valor performativo, Zapatero podría arreglar la crisis económica y todo lo demás a golpe de Decreto-Ley, como pretende.
El problema, según Michels, es que ningún partido político puede adquirir complejidad sin dejar de ser democrática en su estructura interna, debido a la irremediable y creciente tendencia hacia la oligarquía que necesariamente apareja este proceso de adquirir complejidad o diluirse en un caos que resulta pestífero por su misma pretensión de orden. Todo liderazgo fuerte, sigue Michels, se cimentará sobre una creciente concentración de la cúpula dirigente, en invariable detrimento de la democracia interna.
Así son las cosas. ¿No? Al quejarme yo ante algunas personas de que UPyD ya no era lo que decía ser (sigo pensando que lo fue, hasta marzo de 2008), más de una me ha contestado, con un deje de cínico alivio: «Pues claro, ¿qué esperabas?», teniendo yo que reconocerme ingenuo a una edad en que tal confesión va siendo cada vez más embarazosa, habida cuenta de que la Ley de Michels no admite excepciones: la creciente complejidad de las funciones técnicas y administrativas que se van desarrollando deriva en más burocracia y, a la postre, en oligarquía. Uf, qué bien, ya chapoteamos todos en la misma ciénaga del, como todos son iguales, yo no cuestiono a "los míos". Mejor mofarse del pardillo que creyó en bellos ideales que afearle el cinismo al político que los usó en su provecho como pitanza para los cerdos. ¿Qué otra cosa es una campaña electoral? y ¿quién no habría cedido a la tentación de consolidar en "tiempo de paz" lo que en tiempo de campaña justificó como obligado por las circunstancias?
El motor del proceso de concentración del poder que describe Michels es la pugna entre las elites, que se centran esencialmente en lograr el control de los bienes con que cuenta la organización; pues, sean estos de índole material, patrimonial, política o simbólica, etcétera, siempre serán limitados. En el curso de dicha pugna por el control de los recursos, las elites dirigentes más fuertes, o mejor situadas para maniobrar en el peor sentido de la palabra, se van imponiendo a las demás, las absorben, las cooptan, las reducen, las reposicionan o las disuelven, limitando su número dentro del campo de competencia, lo que termina por estabilizar su dominio. En este proceso son legión los excluidos, lo cual no significa que presenten la homogeneidad bajo la cual les interesa presentarlos a los excluyentes.
Siempre según Michels --cuya Ley debería ser de uso tan obligatorio por quienes se internen en política como el casco para quienes penetren en una mina--, esta estabilización del dominio dará paso a la sustitución de los fines últimos de la organización (sus principios) por los fines instrumentales de la casta dirigente, marcándose una creciente rigidez ideológica que en la práctica se traducirá en tendencias cada vez más conservadoras por parte de la casta dirigente.
Lo anterior derivará en que la elección de líderes se realizará mediante cooptación u otros procedimientos que Linz tilda de partitocráticos, esto es: siendo de carácter oligárquico, se presentan como progresos democráticos dentro de la organización. Así se ha cumplido milimétricamente en el I Congreso de UPyD.
Fin del proceso según la última predicción de Michels: el agotamiento interno de las elites --por el paso del tiempo, por malos cálculos políticos, por deterioro del discurso común integrador y unificador o por disminución en los bienes a repartir y, lo que es más importante aún, por falta de nuevos cuadros o miembros-- no sólo generará paulatinamente falta de cohesión entre los miembros dirigentes, sino que irremediablemente afectará a la legitimidad de la elite dominante respecto de sus bases de apoyo.
Las pugnas internas en torno a los liderazgos y el control discursivo de la organización y sus bienes suelen derivar en la expulsión o renuncia de algunos miembros relevantes, con desarrollo creciente de fraccionamientos profundos. En el caso de UPyD, el escenario de fuerte pugna interna, con distanciamiento entre los liderazgos y unas decisiones que parecen en muchos casos arbitrarias refleja como un espejo los planteamientos de la Ley de Michels, donde no sólo se evidencia la sustitución de los fines últimos y trascendentales por los fines instrumentales e inmediatos de la dirigencia, sino también el profundo distanciamiento entre las bases y los líderes, con claro desmedro de la democracia interna.
El profesor Buesa en su blog (v. "Adiós, muchachos" I-V) ha dado sobrados detalles de lo que pasó en la Coordinadora Territorial de Madrid, con mucho la más importante de UPyD. Se parecía tanto a lo conocido de otras coordinadoras que hasta los más ilusos tuvimos que quitarnos la venda de los ojos: lo que juzgábamos excepción anómala era de hecho deliberada norma.
¿Nostra culpa por creernos lo que nos decían? ¿O de los que, diciéndolo, no se lo quisieron creer ni actuar en consecuencia? ¿Qué más da? Por mi parte, hasta seguiré votando a UPyD. Lo que ya no podré hacer es aquello que decía aquel otro eslogan: «Date el gustazo». Que no nos pidan encima que finjamos un orgasmo. Al fin y al cabo nos pidieron nuestro «apoyo crítico». Qué pena que sólo fuera un mitin para idiotas.
Termino con dos citas impagables de miembros de la lista triunfadora en el I Congreso:
«La capacidad destructiva de los viejos partidos, tan superior a la de construcción, no sorprenderá, desde luego, a cualquiera que siga de cerca sus evoluciones. Más allá de la ideas que digan defender, reducidas a un catálogo de declaraciones con escasas consecuencias prácticas, es un hecho que los grandes y viejos partidos han instaurado en su interior un sistema de promoción basado en la "selección negativa": son los más carentes de escrúpulos o sumisos a las reglas de promoción, por incapaces que sean, los que acaban siendo ascendidos a los órganos directivos del partido y a los puestos relevantes de las listas electorales».Carlos Martínez Gorriarán: Movimientos cívicos: de la calle al Parlamento, pág. 224.
«Zapatero ganó el Congreso [del PSOE en 2000] porque no se pronunciaba sobre nada. Nosotros nos empeñábamos en que opinara sobre la estructura interna del partido, sobre las primarias, etcétera. Pero no se manifestaba sobre nada. Fue secretario general de León durante muchos años por no revelar su opinión y por pactar con quien fuera para mantenerse; y llegó a Secretario General utilizando la misma táctica. Ejerce la presidencia del Gobierno de la misma forma, sin comprometerse con nada. Exactamente igual. La pregunta es que si así le ha ido bien en la vida, sin mantener una posición determinada ante las diversas cuestiones o, en todo caso, una actitud flexible, ¿por qué va a cambiar?»
Rosa Díez: Merece la pena: una vida dedicada a la política, pág. 134.

2009/12/06

La crisis de los treinta

La Constitución española cumple hoy 31 años, edad más que suficiente para pasar entretenidos su crisis de la treintena planteando la reforma de sus graves errores estructurales, que tienden a superponerse entre sí, como queriendo chapuceramente corregirse unos a otros por un mecanismo de compensación improvisada que de antemano se revela imposible.
¿Imposible? Sin duda. Two wrongs don't make one right. Ay de los gobernados por quienes creen lo contrario.
Si un Estado delega, de forma reversible, sus poderes a unas partes del todo pero no a otras, pecará de falta de equidad. "Café para todos", pues, se dijo entonces, pero sabiendo que, si todos tomaban café, algunos querrían además pastas (porque siempre tienen que tener, o ser, "más": en eso consiste su "identidad") y que por otro lado otros ni siquiera habían pedido café, que les pone nerviosos y con razón.
Así pues, para hacer pasar por igualitario lo discriminatorio, los Padres salieron por peteneras con la famosa e ininteligible distinción entre regiones y nacionalidades que establece su artículo 2º, una distinción deliberadamente liosa, que es lo peor que le puede pasar a una Ley fundamental. Los Padres de la Constitución, ¿se dedicaron a redactarla de modo que se entendiera lo menos posible? Según mi análisis lingüístico del texto, sí. A fin de cuentas, todos eran políticos partidistas, vale decir expertos en usar las palabras para engañar.
De esta distinción tan coyunturalmente artificiosa (¿qué convertirá a Galicia, por ejemplo, en una comunidad "más histórica" que, por ejemplo, Castilla y León?) dimana un Título VIII que en consecuencia no puede ser sino disparatado. El mero sentido común dicta que no puede haber nacionalidad sin nación, pero los redactores de la Constitución sabían que no podía haber más nación que la española, sujeto de la soberanía popular. El reconocimiento de otras naciones dentro del Estado habría implicado de forma inmediata el "choque de legitimidades" del que ahora tanto se habla en Cataluña, siendo así que sólo hay una legitimidad, la del Pueblo español, ese conjunto de súbditos, no ciudadanos, un despojo compuesto en su abrumadora mayoría por cretinos morales, teleadictos convenientemente idiotizados. Es mejor así.
Para, entre otras cosas, dilucidar lo que nunca debió complicarse en primer lugar los constituyentes nos endosaron un Tribunal Constitucional (Título IX), por supuesto nombrado y controlado por los partidos, que maldita la falta que haría si la Constitución se hubiera escrito para que se entendiese. Este Tribunal, acaso enredado en el enigma insoluble de las nacionalidades sin nación, o tal vez sólo obediente a la voz de su amo, lleva tres años largos "deliberando" si el llamado Estatuto de Cataluña es conforme a la Constitución española, como si pudiera serlo un texto que asienta su legitimidad en la Nación catalana y pone negro sobre blanco que «los poderes de la Generalitat emanan del Pueblo de Cataluña». Puesto que al fin y al cabo se habla aquí de cosas que siguen siendo evidentes por mucho que se quieran complicar interesadamente, no hará falta sentar cátedra en derecho constitucional para ver claro, por el contrario, que ya no estamos ante una carta otorgada (lo son todos los Estatutos de autonomía), sino ante lo que, si las cosas se llamaran por su nombre, llamaríamos Constitución catalana.
El artículo 2 y el Título VIII de la española, esa versión maligna del caos (que en la mayoría de sus manifestaciones naturales tiende a la benignidad), propician que la delegación reversible por parte del Estado de poderes que le correspondían se vea por parte de las «nacionalidades» como conquista irreversible de lo que es suyo por derecho en virtud de su soberanía originaria. Dicho de otro modo, tras treinta años de Estado de las autonomías, la mayoría ha interiorizado como único democrático el punto de vista de los nacionalismos periféricos más cerrilmente dictatoriales, hasta el punto de considerar antidemocrático la separación de poderes o el concurso de la Ley. Esto forma parte de la creciente identificación de la democracia con el mero sufragio, independientemente de los contenidos. Por la misma razón, un sufragio parcial es más democrático que el de todos los españoles, que según este razonamiento no tendrían nada que decir sobre la desmembración de su territorio, aparte de bendecirla so pena de ser tildados de fachas y tratados como tales.
En el caso de Cataluña, el actual presidente del Gobierno de España se suma entusiasta al coro de demopopulistas: sin duda parece pensar que lo democrático es lo que decida el Parlamento catalán, mientras que cualquier decisión de la Cortes españolas, depositarias de la soberanía nacional, sería "una imposición antidemocrática". Por algo prometió, entre fervorosos aplausos de los suyos, lo siguiente al entonces presidente de la Generalidad catalana durante un mitin electoral celebrado en Barcelona el 13 de noviembre de 2003,: "Pasqual: apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el Parlamento de Cataluña". "Dios, pero qué redemócrata soy", debió de pensar inmediatamente después, a juzgar por su seráfica sonrisa de autosuficiencia.
Nada más natural, en la confusión que lo domina todo, que trasladar ahora la discusión a si ZP dijo "la reforma" o "una reforma", cuando el artículo determinado o indeterminado da en este caso exactamente lo mismo. Ya se sabe: cuando a un necio le señalan la luna, el necio se admira del dedo.

2009/12/02

Spanish omelette "secret-no-more" recipe


Ingredients

5 medium size potatoes
Sunflower oil
1/2 big Spanish onion
4 eggs

Deep fry thinly sliced potatoes (a tiny bit thicker than for crisps) in sunflower oil. Add the onions finely chopped.
Tip: Wait until the oil is very hot before adding the potatoes.

Meanwhile whisk the eggs with a fork in a bowl.
Tip: Whisk the eggs with a fork.


When the potatoes are tender, drain them and the onion and add them to the bowl.
Mix the eggs with the potatoes+onion.
Tip: Leave the mixture to rest for a few minutes.

In another frying pan (or the same one empty) add a few drops of oil.
Suggestion: You can also use olive oil here.

Wait until it is very hot and add the mixture of egg+potato+onion.
Important: Wait until the oil is very hot or your omelette will glue to your pan and you won't be able to turn it around.

Lower the temperature of ring and leave to cook until the egg in that side is cooked. Turn around with a plate, and do the other side.

And that's it folks!! Any comments and corrections from my Spanish friends are welcome (with a lot of rage, but welcome anyway) :-D