El Mundo Today

2009/09/30

La Guinness cumple 250 años


Hace cuatro años conocí a unos niños que decían vivir “donde la Guinness”. Hace tres años acompañé a un grupo de representantes del sector de la construcción como intérprete a la fábrica. Hace dos años quise visitar la Guinness Storehouse con mis padres. Este año se celebra el 250 aniversario de la firma de un contrato por Arthur Guinness. Tengo millones de recuerdos unidos a la bebida negra por excelencia de Irlanda y unos pocos a la fábrica que la vio crecer desde un pequeño germen de cebada. Quisiera acercaros a la Guinness que conozco y a las asociaciones que tengo con esta marca.

En primer lugar, hablemos de los niños, o quizás fuesen niñas, poco importa. De ellos poco importa ni quiénes son, ni cómo se llaman, ni dónde viven porque no tienen dinero. Pertenecen a la escala social más baja de Irlanda. Eran miembros de la comunidad “traveller” (viajeros). Los travellers suelen tener las típicas facciones consideradas muy irlandesas: de tez muy blanca, pecosos, ojos claros, cabello moreno. Y su cultura es muy similar a la de los gitanos españoles. Suelen ser personas muy tradicionales y religiosas, vivir en caravanas o en casas con una caravana aparcada en el jardín y tener a la familia como pilar fundamental de su sociedad. No es pues de extrañar que sus jóvenes piensen en casarse, y lo hagan a menudo, a edades muy tempranas (17 o 18 años). Forman parte de una subcultura irlandesa de la que se habla bien poco. Los niños a los que conocí mendigaban unos euros por la calle y vivían en unos pisos sociales a unos pocos metros de la fábrica de la Guinness.

El grupo de españoles que acompañé a la fábrica, cuya identidad debo callarme por motivos profesionales, visitó la exposición de la Guinness en menos de dos horas. Más que una fábrica, la Guinness Storehouse es un gran edificio de 4 plantas, en las cuales existen exposiciones sobre la fabricación de la cerveza negra. Mis acompañantes no podían disfrutar de éstas pues toda la información estaba en inglés. Hartos de mi voz, no querían explicaciones, sino explorar a su aire. Quizás lo que más disfrutaron fueron las frases que pudieron dejar como visitantes en el tercer o cuarto piso, ya no recuerdo. Allí se pusieron las botas y consiguieron expresar sus sentimientos ante aquella gran visita cultural: «Con sidra aneya, vuélvese xoven la xente vieya», «Les neñes y les manzanes tienen que ser asturianes». Y es que al lado de su queridísima sidra asturiana, la Guinness no tenía nada que hacer. Se tomaron su pinta gratuita en el bar de la quinta y última planta, donde disfrutamos de una vista panorámica increíble de la ciudad de Dublín, y mientras veíamos la chimenea de Jameson a lo lejos, me preguntaba si aquello también sería sólo una exposición o si allí sí nos veríamos expuestos a los olores de una fábrica de whisky.

Mis padres suelen venir a Irlanda con cierta frecuencia, por aquello de visitarme y ver que las cosas siguen donde las dejaron. Que todavía tengo casa, amistades, trabajo, felicidad, esas cosas tan sencillas que convencen a los padres. También les gusta mucho el paseo y en Dublín nunca faltan zonas verdes, así que rezando a uno de los dioses del sol, vuelan con el miedo en el cuerpo a Dublín, donde ya se relajan y pasan unos días tranquilos de vacaciones. Hace dos años se me ocurrió proponerles la visita de la Guinness. Ni uno ni otro son grandes bebedores y mucho menos de cerveza, pero como aquello de la Guinness es casi visita obligada, pues les pareció buena idea. En realidad todo les parece buena idea a estos padres que tengo. Llegamos a la entrada y como la vez anterior yo había sido intérprete y no había pagado ni un duro, me quedé literalmente clavada al ver los precios: €15. ¡Y ni siquiera ves tanques de líquidos fermentados con olores del infierno!

El 24 de septiembre de 2009 se celebró el 250 cumpleaños del contrato de compra que firmó Arthur Guinness para adquirir la fábrica de cerveza inhabilitada de St. James Gate. Y visto lo visto, desde mi casa, me doy cuenta de por qué no me apetecía celebrarlo. Los niños de St. James siguen pidiendo por las calles, mis paisanos españoles siguen sin comprender qué se explica en esa maravillosa exposición donde sólo vemos la cerveza en un bar y en pinta, algo que suele ser habitual en esta capital, y mis padres se quedaron tan felices sin ver la exposición y no se consideran menos cultos por ello. En Irlanda hay muchas más cosas que celebrar que la cerveza negra ("the black stuff"). Un ejemplo, la lluvia, que permite que las zonas verdes sigan existiendo para que las puedan pasear a gusto los visitantes y residentes españoles. Que siga lloviendo y unas ligeras felicidades a la olorosa y púdica fábrica.

2009/09/28

Del orden y el caos

Quisiera comenzar esta nueva etapa de la bitácora, comentando que aunque Miércoles y Demián se hayan marchado, Del orden y el caos seguirá estando aquí de momento. Me gusta pensar en este estado de cosas como algo natural del tipo de blog que creamos hace algo más de dos años. Era inevitable que el orden que ha presidido esta bitácora dé lugar al caos que lo habitará hasta que corran otros tiempos o así lo exijan las circunstancias.

De momento, D.Ruida seguirá publicando sin orden ni estructura, sin organización ni timón, con coletazos de pasión y revoltosa renuncia a rendirse. No os prometo nada porque no sé qué ocurrirá a partir de ahora. Las aguas del lago están en pleno movimiento, el caos se ha apoderado de este espacio. Quizás algún día vuelva el orden.

Espero seguir contando con vuestra curiosidad lectora y con vuestros queridos comentarios.

2009/09/01

Reclamación

Los Boitaco somos gente invisible. Trabajamos muy cerca de vosotros, pero pertenecemos a una esfera diferente. Nuestra misión en la vida es hacer la vuestra más agradable; cambiamos vuestras camas, limpiamos vuestras mesas, lavamos vuestra ropa, tiramos vuestra basura, conducimos vuestros coches, vivimos en vuestras casas y nunca interferimos para nada en vuestros asuntos. Somos gente sencilla y alegre. Nunca pedimos más de lo que nos corresponde, ni alzamos la voz para ser oídos. Ahora bien, tenemos un gran sentido de la virtud y del honor, valores que me empujan a escribir esta carta.

Generación tras generación, uno de vuestros jóvenes despertaba con una malformación en los sentidos, que le permitía vernos; observaba nuestros más ligeros movimientos, nos seguía en nuestro día a día y comprendía nuestras intenciones, sueños y pasiones. Generación tras generación, el joven en concreto interpretaba nuestras frustraciones y alegrías y las ponía en verso, en pintura, en fotografía. Era el único contacto que nuestra especie tenía con la vuestra. Gracias a estas manifestaciones, los Buleto podíais olvidar vuestra vida sin privaciones y centraros en la nuestra. Por un instante, dejábamos de ser invisibles para convertirnos en personas iguales a vosotros. Y gracias a ese instante nuestras vidas han ido evolucionando de tal manera que vivir se ha convertido más en un juego que en un trabajo, por lo cual os estamos muy agradecidos.

Ahora bien, han pasado más de siete décadas desde que la luna prometía el nacimiento de este joven especial y todavía no ha aparecido. Lo hemos buscado en las casas mayores, en los lugares de recreo, en las prisiones, en los bosques, en la tierra de cultivo, en los depósitos, e incluso hemos pedido ayuda al extranjero. Nada. Nadie nos ve. Hace más de siete décadas que ningún Buleto nos observa en nuestros quehaceres, se preocupa de nuestras tristezas o exalta nuestras alegrías en manifestaciones artísticas. Nos hemos vuelto total y absolutamente invisibles. He aquí el problema y objeto de esta carta. El pacto tácito que creíamos establecido entre nuestras castas se ha roto por orden natural y, por ello, los Boitaco nos vemos obligados a requerir la poción que nos vuelve visibles en vuestra esfera: el dinero.

Nos negamos a realizar nuestras labores cotidianas y a seguir facilitando vuestra vida a menos que se nos ofrezca una suma de dinero que nos vuelva visibles a los ojos de todos los Buleto. Rechazamos cualquier tipo de crédito invisible, como nosotros, que podáis ofrecer; sólo aceptamos sumas de dinero que posibiliten nuestra visibilidad. A partir del momento de la recepción de esta carta, tendréis un plazo de un mes para suministrarnos la pócima solicitada. En caso contrario, es decir, si dicho suministro no ha sido efectivo al comenzar el invierno, los Boitaco sólo trabajaremos para nosotros mismos. Tomaremos posesión de las casas que nos han sido cedidas en régimen de crédito y del resto de las posesiones adquiridas por este medio. Y así se hará para permitir nuestra visibilidad por el medio más drástico que conocemos, rompiendo la pacífica estabilidad que caracteriza nuestra convivencia. Esperamos que esto no sea necesario.

Sin otro particular, se despide atentamente, Agustísimo Boitaco, Jefe de Pioneros