Cuando ella lo abandonó, el pasillo empezó a ganarle terreno poco a poco.
No podía tocar nada, todo cedía al apoyarse.
Se convirtió en un blando bufón de trapo de sueños inconclusos, convertidos en gelatina pegada en el techo.
Al convencerse de que no volverían a pastar los camellos en su seto, dejó de amaestrar caracoles y de controlar su mundo desde la ventana.
Desistió de poner rienda a la materia.
Cuando ella volvió a casa, las paredes habían ganado la batalla. El suelo se mecía en olas casi imperceptibles y el aire estaba frío.
Lo encontró en el pasillo, colgado de una viga, desnudo y empalmado.
Una nota en un sobre minúsculo rezaba:
“Brindo la muerte de este toro a mi gran amor,
a mi dulce sueño,
a ti, mi vida.”
Morbo>>
<< De un diario
No podía tocar nada, todo cedía al apoyarse.
Se convirtió en un blando bufón de trapo de sueños inconclusos, convertidos en gelatina pegada en el techo.
Al convencerse de que no volverían a pastar los camellos en su seto, dejó de amaestrar caracoles y de controlar su mundo desde la ventana.
Desistió de poner rienda a la materia.
Cuando ella volvió a casa, las paredes habían ganado la batalla. El suelo se mecía en olas casi imperceptibles y el aire estaba frío.
Lo encontró en el pasillo, colgado de una viga, desnudo y empalmado.
Una nota en un sobre minúsculo rezaba:
“Brindo la muerte de este toro a mi gran amor,
a mi dulce sueño,
a ti, mi vida.”
Morbo>>
<< De un diario
¡Olé!
ReplyDeleteUn cuento de dos orejas y rabo.
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