Yo la quería mucho. Aún la quiero. Seis años viviendo con la mujer que amas son una bendición. Pero ella se quejaba. Siempre se quejaba. No siento, me decía. Te quiero pero no siento. Ella corría enloquecida tras su orgasmo. Yo me conformaba felizmente con su frío.
Yo la quería mucho. Aún la quiero. Seis años de querer a una persona no es algo que se olvide en media hora. No te apures, le decía. No hay obligación, esto es un juego. Te quiero tal como te siento. Fría. Y por las noches añoraba cuevas húmedas. Me masturbaba. Frutas abiertas. Agua caliente.
Yo la deseaba mucho. Aún la deseo. Probaba cien caricias, inventaba mil juegos. Me sometía. La sometía. Compraba juguetes. Imaginaba roles. La untaba de aceite. La noche entera un beso. Todos sus rincones. Mis dedos por ella. Mis labios, mi lengua. Como un poseso. Enardecido, loco.
Enamorado.
Todo inútil. No siento, me decía. Te quiero pero no siento. Ella decidió que el calor se le negaba. Dejó de preocuparla. Yo me conformaba. Dejé de masturbarme. Así me sentía más fiel. Más cercano. En mis sueños ya no había musgo. Casi. Y fuimos felices un tiempo. Pero ella cambió. Siempre cambiaba. Decidió que había miedo. Ella corría enloquecida tras su frente. Yo me conformaba feliz con su presencia. También me la negó.
Llovía lejos, en algún sitio, y ella se fue. Un mes que parece un año. Seis años que no son nada. Nada. No soy nada sin ella.
Hoy ha vuelto. Esta mañana. Eran las seis y ha vuelto. La luz en la cocina era bonita. Amanecía, y en mi corazón casi. Sus ojos alegres y ya está, he dicho, pero no. No era eso.
Estoy cansada, cariño. Pero tenía que contártelo hoy mismo. Ya siento. Nunca creí que fuera así. Tan bello. Un joven árabe. Así, en un bar, sin conocerlo. Me miraba y ven, me ha dicho. Y yo, como si no fuera yo, con él, toda la noche. Sin descanso. Mi cuerpo suyo, mi piel, toda yo como si no fuera yo, en su manos. Mi entrega. Te trataré como a una diosa. Y cantaba cosas bajito. Y me soplaba. En la nuca. En los pezones. En un muslo. Me tocaba suave. Me agarraba fuerte. Me hacía daño. Me volvía loca. Y su verga de repente como si no cupiera. Y era yo la que gritaba. Era yo, cariño. ¿Te imaginas? Te trataré como a una perra. Y yo, como si no fuera yo, hambrienta. Lo lamía. Todo su cuerpo, cada palmo. Le pedía más, dame más por todas partes. Era yo que suplicaba. Cariño, ¿te imaginas?
Sí, yo imaginaba. Claramente.
Entre mis vísceras partidas, las imágenes. En mi vientre roto ella a cuatro patas. Sobre mis riñones desgarrados sus labios chorreantes. Bajo mi corazón abierto ella abierta en un gemido.
Se ha dormido. Está agotada mi amor. Y en nuestra cama se ha dormido. Yo la miro. Qué bonita la luz en su pelo. Se lo acaricio. Suavemente. Con todo mi cariño lloro. Suavemente.
<<Brindis
Mujer junto al mar >>
Yo la quería mucho. Aún la quiero. Seis años de querer a una persona no es algo que se olvide en media hora. No te apures, le decía. No hay obligación, esto es un juego. Te quiero tal como te siento. Fría. Y por las noches añoraba cuevas húmedas. Me masturbaba. Frutas abiertas. Agua caliente.
Yo la deseaba mucho. Aún la deseo. Probaba cien caricias, inventaba mil juegos. Me sometía. La sometía. Compraba juguetes. Imaginaba roles. La untaba de aceite. La noche entera un beso. Todos sus rincones. Mis dedos por ella. Mis labios, mi lengua. Como un poseso. Enardecido, loco.
Enamorado.
Todo inútil. No siento, me decía. Te quiero pero no siento. Ella decidió que el calor se le negaba. Dejó de preocuparla. Yo me conformaba. Dejé de masturbarme. Así me sentía más fiel. Más cercano. En mis sueños ya no había musgo. Casi. Y fuimos felices un tiempo. Pero ella cambió. Siempre cambiaba. Decidió que había miedo. Ella corría enloquecida tras su frente. Yo me conformaba feliz con su presencia. También me la negó.
Llovía lejos, en algún sitio, y ella se fue. Un mes que parece un año. Seis años que no son nada. Nada. No soy nada sin ella.
Hoy ha vuelto. Esta mañana. Eran las seis y ha vuelto. La luz en la cocina era bonita. Amanecía, y en mi corazón casi. Sus ojos alegres y ya está, he dicho, pero no. No era eso.
Estoy cansada, cariño. Pero tenía que contártelo hoy mismo. Ya siento. Nunca creí que fuera así. Tan bello. Un joven árabe. Así, en un bar, sin conocerlo. Me miraba y ven, me ha dicho. Y yo, como si no fuera yo, con él, toda la noche. Sin descanso. Mi cuerpo suyo, mi piel, toda yo como si no fuera yo, en su manos. Mi entrega. Te trataré como a una diosa. Y cantaba cosas bajito. Y me soplaba. En la nuca. En los pezones. En un muslo. Me tocaba suave. Me agarraba fuerte. Me hacía daño. Me volvía loca. Y su verga de repente como si no cupiera. Y era yo la que gritaba. Era yo, cariño. ¿Te imaginas? Te trataré como a una perra. Y yo, como si no fuera yo, hambrienta. Lo lamía. Todo su cuerpo, cada palmo. Le pedía más, dame más por todas partes. Era yo que suplicaba. Cariño, ¿te imaginas?
Sí, yo imaginaba. Claramente.
Entre mis vísceras partidas, las imágenes. En mi vientre roto ella a cuatro patas. Sobre mis riñones desgarrados sus labios chorreantes. Bajo mi corazón abierto ella abierta en un gemido.
Se ha dormido. Está agotada mi amor. Y en nuestra cama se ha dormido. Yo la miro. Qué bonita la luz en su pelo. Se lo acaricio. Suavemente. Con todo mi cariño lloro. Suavemente.
<<Brindis
Mujer junto al mar >>
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