El Mundo Today

2012/05/30

Conjetura de Bohm (Teoría del Orden implicado)

Aristóteles creía que cada objeto tiene su lugar adecuado en el orden de las cosas, de modo que el movimiento de los cuerpos puede entenderse como un esfuerzo por alcanzar ese lugar adecuado. Tras la Edad Media se inaugura un nuevo concepto de orden según el cual nada tiene tiene un lugar dado y el movimiento se reduce a un proceso mecánico sin meta última. El universo se pasó a contemplar como un mecanismo. Este concepto de orden comenzó a disolverse con la relatividad de Einstein y más tarde, con la teoría cuántica, y el orden dejó de entenderse simplemente como "orden mecánico".
Todo orden se basa primero en la percepción de diferencias, y después en la creación de similitudes a partir de dichas diferencias. Así pues, el orden es "un proceso dinámico en el que se ven implicados tanto el sujeto perceptor como el objeto percibido, así como el ciclo de comunicación-percepción que los une". En el caso de las olas del mar se puede observar mucho mejor. Un espectador distante puede explicar que su movimiento es caótico, fortuito, pero están formadas por muchos subórdenes de pequeños remolinos y corrientes.
Más ejemplos de supuesto azar: los números generados aleatoriamente por ordenador no son en verdad aleatorios, sino que siguen un orden determinado aritméticamente; por ejemplo, generando un número distinto cada segundo y multiplicándolo por sí mismo equis veces dependiendo de la hora que sea en ese momento. A ojos del sujeto perceptor los números son aleatorios, pero en realidad su generación viene determinada por una serie de factores. Pues bien, la teoría matemática del caos propone que el "azar" no existe, y que el "caos" no es más que un tipo de orden de grado infinito. Si se percibe como azar, es que no se está analizando en el contexto adecuado.
David Bohm propone que todo lo que pasa, sucede, forma parte de una sucesión, obedece a un orden determinado. Pero este orden no es visible, se trata de un "orden implicado". Va más allá de las leyes probabilísticas que rigen el comportamiento cuántico de las partículas, y afecta incluso a estas propias leyes, que tendrían así también un orden de grado infinito derivado de un "orden superimplicado". Esto va mucho más allá de las actuales interpretaciones de la teoría cuántica, conociéndose como "interpretación causal de la teoría cuántica".
Como indica Bohm, "no hay cabida para este tipo de órdenes en el marco de las nociones normalmente aceptadas por la física, la química, la biología y otras ciencias. Así, cualquiera que pudiera ser la base de un orden de este tipo en los procesos naturales sería aprehendido por nuestras concepciones actuales como falta total de orden".
En materia de entropía tenemos la llamada "inestabilidad de Bénard", estudiada por Ilya Prigogine, en la que durante una subida de temperatura en un líquido, millones de moléculas se mueven de manera coherente, formando celdillas hexagonales de convección de tamaño característico. Un orden ha surgido del caos creando un fenómeno espectacular, por otro lado observable por cualquiera en determinadas condiciones, prestando la suficiente atención a la superficie del agua cuando se calienta y mirando tangencialmente desde un lado del recipiente.
Para Bohm el nivel perfecto es la existencia de tres órdenes implicados. La existencia de estos tres niveles es necesaria para cerrar el sistema. Esto se explica, por ejemplo, utilizando la analogía de un juego de ordenador. El ordenador (orden implicado 3) produce imágenes en pantalla (orden implicado 2), que el jugador (orden implicado 1) interpreta y frente a las cuales da instrucciones al ordenador, que vuelve a producir imágenes diferentes. Así, el tercer orden implicado determina al segundo y se ve, a su vez, afectado por el primero.
Así, el sujeto que observa está modificando lo observado. Esta es la conclusión inevitable de la física cuántica desde la paradoja de Schrödinger, pero fue adelantada ya por Kant al proponer este la necesidad de un giro copernicano en filosofía, consistente en aceptar que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida, y que no es posible conocer el noúmenos (la cosa en sí), sino solo el fenómeno (sus cualidades percibidas a priori).
Lo anterior, en todo caso, lleva a Bohm finalmente a afirmar la importancia de la inteligencia creativa, dado que es la única forma de aprehender cosas nuevas, entendiendo el nuevo orden que las genera en vez de tratar de encajarlas en las categorías conocidas. Todo progreso se basa en dicha inteligencia creativa.
Por eso el rechazo sistemático de cualquier evento, teoría o experiencia que se aleje de los postulados racionalistas (que no son más que un orden más) y los intentos de encasillarlo en alguna categoría ya conocida y explicable por medio de la consabida frase: "seguro que tiene alguna explicación racional (véase, comprobable mediante el método racional)", es una práctica mediocre y reaccionaria.
Entendemos también mejor cómo Sheldrake traslada esta teoría al campo de la biología bajo el nombre de "campos mórficos". Ahora podemos observar que el campo mórfico en que se desenvuelve la información de nuestra creación, comportamiento y memoria es un orden implicado.
El problema de todo lo explicado hasta aquí es que remite a la recurrente idea de la pared de Platón, el "maya" de los vedas hindúes, el "tonal" de Castaneda, el "fenómeno" de Kant o la "cuarta dimensión" de H. Hinton. No percibimos la realidad, sino simplemente los "fenómenos explicados".
PS: Si Kant llega a enterarse de que su teoría iba a aparecer entre las enseñanzas de un brujo mexicano a Carlos Castaneda y las teorías de un matemático inglés que escribía "romances de ciencia ficción" y al que conocí a través de la lectura de "From Hell" de Allan Moore (un cómic sobre Jack el destripador), se habría indignado
BOHM, D. La totalidad y el orden implicado. Kairós, 1998.
BOHM, D. y PEAT, F.D., Ciencia, orden y creatividad. Las raíces creativas de la ciencia y la vida. Kairós, 2003.

3 comments:

  1. yo hice un comentario...

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  2. Este era el comentario: Me emociona que escribas sobre David Bohm cuya obra ha sido fundamental en la fundación de una nueva psicología en la que se acepta que la "ciencia debe ser de estado" ya que el sujeto modifica con su presencia el mundo que describe. Ah y quería decirte también que fue un bello fin de semana.

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  3. I know who you are. El sujeto no modifica el objeto, como mucho su percepción; y ni siquiera esto es seguro. Este fin de semana me quiero ir a podar a Tupungato, implantar algún orden en las vides, planta caótica que de por sí no quiere dar vino, menos aún buen vino, sino sólo proliferar a la buena de Dios: un caos que domeñar a la mala de Dios: el Orden.

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