Retorcido amigo:
Tu historia del sandwich de macarrillas con golfilla en su jugo me ha estremecido. Esa mirada húmeda, esa lengua asomando por el extremo de los labios, esa tocata para órgano a dos manos, ese infante sufriente consiguieron lobotomizarme; sentí el fogonazo mental del que me hablabas. La historia estalló junto a la cárcel cerebral donde tengo encerrados a mis demonios y consiguió abrir una brecha en sus muros. Por ella se escaparon algunos de los prisioneros, que parrandearon por mi mente refocilando a unas neuronas y fustigando a otras, y esto me gustó.
Me parece una excelente idea la de que te tomes un descanso de tanto cuentito de niños, por teléfono tu voz estaba empezando a parecerse a la de esa presentadora de programas infantiles.
Por otra parte, tu invitación me place. No te equivocas, a pesar de que nunca te lo había comentado: mi despensa mental bulle morbosamente, la divina Deneuve no está sola.
¿Quieres vicio? Pues juguemos. Excavemos en el vertedero de nuestros cerebros, en esa zona recóndita y fangosa donde arrojamos las obsesiones ocultas, las miserias, los recuerdos dolorosos, las insatisfacciones, los vómitos que nos han producido nuestros más íntimos apetitos y nuestros delirios masturbatorios. Reciclemos ese material para fabricar bombas mentales: historias que resquebrajen las paredes de la cárcel cerebral del otro para que se escapen los demonios que están encerrados en ella.
En esta labor de demolición nos puede ayudar saber que todo lo que seamos capaces de imaginar ya ha sucedido alguna vez. No me cabe la menor duda de que entre los miles de millones de personas de toda calaña que han habitado sobre la tierra, en algún lugar del mundo y en algún momento de la historia alguna de ellas ha realizado alguna vez cualquier acto que podamos imaginar, por monstruoso y extravagante que nos parezca.
Mas, si nos ponemos a jugar, que sea en serio. Todo vale. Y vale más si se adentra en el terreno de lo transgresor, lo prohibido y lo incorrecto. Y como todos los juegos necesitan una tirada, las tiradas del nuestro serán los retos: cada uno podrá retar al otro a escribir sobre cualquier tema. El retado y el retador deberán escribir sobre dicho tema y todos los retos serán aceptados.
En este viaje que vamos a emprender al rincón oscuro de nuestro jardín, los retos serán el punto de partida y las estaciones.
Sí señor, me gusta el juego. El cerebro es uno de mis dos juguetes corporales preferidos y me gusta jugar en pareja con ellos. Ya he organizado una división de neuronas zapadoras y un comando de neuronas subversivas e incluso he reclutado para la causa a un par de espermatozoides cosmopolitas que vagaban por mi cerebelo. Cuando hayan fabricado las primeras bombas, las lanzaré sobre tu república de neuronas. Espero tener buena puntería y que sus explosiones te duelan dulcemente en lo más íntimo.
Y como estoy de mano, abro la partida: muevo ficha y te mando el primer reto.
Un abrazo.
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Tu historia del sandwich de macarrillas con golfilla en su jugo me ha estremecido. Esa mirada húmeda, esa lengua asomando por el extremo de los labios, esa tocata para órgano a dos manos, ese infante sufriente consiguieron lobotomizarme; sentí el fogonazo mental del que me hablabas. La historia estalló junto a la cárcel cerebral donde tengo encerrados a mis demonios y consiguió abrir una brecha en sus muros. Por ella se escaparon algunos de los prisioneros, que parrandearon por mi mente refocilando a unas neuronas y fustigando a otras, y esto me gustó.
Me parece una excelente idea la de que te tomes un descanso de tanto cuentito de niños, por teléfono tu voz estaba empezando a parecerse a la de esa presentadora de programas infantiles.
Por otra parte, tu invitación me place. No te equivocas, a pesar de que nunca te lo había comentado: mi despensa mental bulle morbosamente, la divina Deneuve no está sola.
¿Quieres vicio? Pues juguemos. Excavemos en el vertedero de nuestros cerebros, en esa zona recóndita y fangosa donde arrojamos las obsesiones ocultas, las miserias, los recuerdos dolorosos, las insatisfacciones, los vómitos que nos han producido nuestros más íntimos apetitos y nuestros delirios masturbatorios. Reciclemos ese material para fabricar bombas mentales: historias que resquebrajen las paredes de la cárcel cerebral del otro para que se escapen los demonios que están encerrados en ella.
En esta labor de demolición nos puede ayudar saber que todo lo que seamos capaces de imaginar ya ha sucedido alguna vez. No me cabe la menor duda de que entre los miles de millones de personas de toda calaña que han habitado sobre la tierra, en algún lugar del mundo y en algún momento de la historia alguna de ellas ha realizado alguna vez cualquier acto que podamos imaginar, por monstruoso y extravagante que nos parezca.
Mas, si nos ponemos a jugar, que sea en serio. Todo vale. Y vale más si se adentra en el terreno de lo transgresor, lo prohibido y lo incorrecto. Y como todos los juegos necesitan una tirada, las tiradas del nuestro serán los retos: cada uno podrá retar al otro a escribir sobre cualquier tema. El retado y el retador deberán escribir sobre dicho tema y todos los retos serán aceptados.
En este viaje que vamos a emprender al rincón oscuro de nuestro jardín, los retos serán el punto de partida y las estaciones.
Sí señor, me gusta el juego. El cerebro es uno de mis dos juguetes corporales preferidos y me gusta jugar en pareja con ellos. Ya he organizado una división de neuronas zapadoras y un comando de neuronas subversivas e incluso he reclutado para la causa a un par de espermatozoides cosmopolitas que vagaban por mi cerebelo. Cuando hayan fabricado las primeras bombas, las lanzaré sobre tu república de neuronas. Espero tener buena puntería y que sus explosiones te duelan dulcemente en lo más íntimo.
Y como estoy de mano, abro la partida: muevo ficha y te mando el primer reto.
Un abrazo.
F.
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¡Cuánto semen inútilmente derramado!
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