El Mundo Today

2011/09/27

Para Gala Vulin: Lobotomía mentirosa: El botones o "No hay marcha en Nueva York"



O eso decía Mecano. Joder. ¿Mecano? ¿En serio? Déjense de joder, ¿quieren? Creo que hasta tenían la desfachatez de acabar la canción asegurando que preferían Madrid.
Vamos a ver, un poquito de por favor: no tengo nada contra Madrid; es más, tengo mucho a favor, si lo sabrá Madrid. Pero si hablamos de marcha, déjense de joder: Nueva York es imbatible. Como muestra, un botón.
El otro día, sin ir más lejos, estuve en el Cave Canem con Allen. Me gusta ir a escuchar la rumba y el jazz, cuando me da el bajón; aunque esta vez estábamos porque le había dado el bajón a Woody; y es que siempre fue un aprensivo.
Woody me pagó el viaje. En turista. Siempre tan tacaño. Esta vez decidí no fingir que me gusta cómo toca el clarinete. Todo tiene un límite. Pero nuestra amistad es antigua y acabaré perdonándole.
De todas formas dio igual: la compañía aérea había incurrido en la irritante práctica del overbooking, esta vez con el resultado colateral de que le quedaban plazas en primera. Andaban buscando pasajeros sobrantes de turista que fueran bien vestidos para pasarlos a primera a precio de turista sin desmerecer demasiado; y como es natural me eligieron a mí. Me felicité por mi previsión: la noche anterior había indicado a mi mucama que me hiciera la raya del pantalón como sólo una madre sabe.
En Primera Clase nos sirven champán como si fuera gratis. Me han sentado al lado de una viuda millonaria de unos 61 con pinta de pasarse media vida en el gimnasio. Le pregunto si se ha hecho un transplante de cuerpo o un implante de cabeza. Ella se ríe y moja bragas. Lo sé, lo (a)noto. No sé si las moja como se debe o en plan pérdida de orina a lo Concha Prolapso, pero empiezo a sentir curiosidad por averiguarlo. ¿Se habrá hecho la cirugía hasta en la concha?
A los veinte minutos de conversación me ofrece que me vaya a vivir con ella a Virginia Oriental, un estado que ni siquiera existe. Entiendo que la oferta es en régimen de puto, es decir de jigolo, y me halaga que suponga en mí las capacidades sentisementales que la empresa exige.
Me sabe mal dejarla con las ganas. Parecía tan complaciente, al menos en potencia. Pero, como dice don Mariano, "hay que actuar con responsabilidad". De todas formas, y se ponga como se ponga el líder del PP, una vez en el aeropuerto le dejo que me la casque el tiempo necesario en el habitáculo donde las madres cambian el pañal a sus cachorros.
El embajador de España en Washington se ha desplazado al aeropuerto Kennedy para recibirme. Se disculpa, el muy pelotudo, por el retraso y yo sin mirarle le digo que es igual, que mi avión también se ha retrasado. Su compañía es tediosa, pero al menos me evita los engorrosos controles con los que acá se humilla a la plebe. Para que me deje en paz, le informo de lo que pienso del actual Gobierno en general y de la ministra de Exteriores en particular. No omito una descripción cuartelera de "el culo y las bufas" (aquí creo que he levantado la voz más de la cuenta) de la Sra. ministra. El chofer del Sr. Embajador me deposita en mi hotel.
Suena el teléfono. Es Donald Trump, que se ha enterado de que distingo al establecimiento con mi visita y presencia y me invita a una orgía con su harén para que haga lo propio con su suite. Para ayudarme a pensarlo, le digo que me mande a alguna y así me hago una idea de qué esperar. Me envía a dos, madre e hija. Les parezco simpatiquísimo a las dos. Es normal. Cuando quiero soy bastante majo; y Donald, no digamos. Don es un tío la mar de enrollado.
En la cama intento complacerlas, pero la paja de la millonaria me ha dejado algo desganado, todas esas pulseras de perlas. De todas formas la madre se esmera tanto, que es forzoso corresponderla. La hija también recibe lo que le corresponde. De recepción me envían a un botones de 18 años para asegurarnos todos, empezando por el director del hotel, de que las chicas no se queden decepcionadas.
Pido que me dejen solo para dormir la siesta tranquilamente, pero otro botones de más edad hace subir a una camarera de las que le van a Dominique Strauss-Kahn, a que me haga compañía hasta que me duerma. Después ronco tanto, que se va a dormir a la suite. A las dos horas vuelve el botones joven (nunca me acuerdo de cómo se llama; el viejo, tampoco) con Lou Reed y la actual amante de este: Idoia López Riaño (a) "la Tigresa". Yo le digo a Lou: pero qué haces con esta hijaputa; y él me dice: bue, no es la Nico, pero para un rato vale: no sabes qué mamadas hace la hijaputa esta; y yo: bah, no será para tanto; y él calla significativamente. Qué lecciones nos da Lou.
Tienen razón los putos progres: no hay nada como recargar las pilas. En el momento de percutirle mi love juice a Idoia, (a) "la Muelle", en el cielo de la boca, echo la cabeza atrás, los codos atrás, y grito: "¡Rajoy!" con toda mi alma. Idoia acusa el golpe, pero es una mujer de paz y se lo traga todo. Tiene razón Burracalba: esta vez va en serio. Encima la he obligado a ponerse un tricornio con la estrellita del Mundial 2010. Le queda ridículo, como debe ser. Inmundicia para Sigmund.
Dios, me encanta Nueva York. Aun así despierto de mi segunda siesta un poco inquieto. ¿Será el jet-lag? ¡No!: es que comparto la fascinación de Burracalba por la Tigresa; y la de la Tigresa por la Benemérita. ¡Si Rosón levantara la cabeza!
Me pongo a leer a Turguénev. Yo soy así. Vuelve a llamarme Trump diciéndome que dónde cojones estoy, que las tías no hacen más que preguntar por mí. Después de recordarle que jamás debe levantarme la voz, le aseguro que por hoy ya he puteado bastante. Él me dice: "No sabes lo que tengo aquí arriba, no te lo puedo ni explicar".
La curiosidad me puede. La Muelle parece habérmela dejado viva, cosa rara en una asesina; y además el botones viejo me trae unas píldoras azules que me dejan como nuevo. Ya arriba, Trump se empeña en que bese en la boca a todas las chicas de la fiesta, cosa que hago con una excepción (¿cómo puede tener a semejante callo en el harén?). En fin, una cosa lleva a la otra...
Hemos usado la cama de Don. Impresionante. Daba vueltas. Sus perras me la dejan tan seca, que no sé si me servirá para mear, en lo que queda de mes; y desde luego las erecciones están descartadas. ¿Habré perdido mi encabritado entre las sábanas? Entonces me dicen: "Tenemos una sorpresa muy especial para vos".
Resulta ser Scarlett Johansson, que como una loca adopta la misma pose que en la tercera foto robada y me exige que la sodomice. Fuerte y sin lubricantes, monsergas ni contemplaciones. Llamo, urgentemente, al botones joven. También al viejo, por si acaso. Los viejos se las saben todas. Luego conecto la cámara del móvil y busco una silla cómoda para contemplar el espectáculo mientras degusto un Lagavulin.

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6 comments:

  1. He de protestar, en aras de la mentira. Esta lobotomía es religiosamente verídica. Lo sé porque la relataron debidamente documentada en el programa de Ana Rosa.

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  2. Siento disentir con el autor del Lazarillo. Esta lobotomía es pura ficción. En la vida real, La Tigresa hubiera cerrado los dientes al escuchar el grito “¡Rajoy!” y éste sería otro cuento sin glande.

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  3. No sabéis lo que es la Muelle, tíos... Pero lo que a mí me gustaría es pillar al hacker que me robó el vídeo del móvil.

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  4. Teníash que haberle gritado ¡Cospedal!, entonces shí que te muerde la chorra, Energu. Lesh va la sangre, como a Dexter.
    Aunque aún no puedo pedirte el voto, eshpero contar con tu confianza el 20 de noviembre.

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  5. Lobotomía mentirosa pero reveladora

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  6. Las lobotomías ya no se revelan. A día de hoy son todas digitales. Y si te despistas te las suben a la red.

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